¿Damos demasiada importancia a las notas de nuestros hijos?

Están gestionando, simultáneamente, la gerencia, el presupuesto, la dirección de personal, la dirección académica… Una verdadera locura y la administración, mientras tanto, mira todo este berenjenal y se pregunta: “¿Por dónde le puedo meter mano?”, porque esto es como un castillo de naipes: toque donde toque, algo se me va a caer. Bueno, pues está bien que hablemos del miedo, pero ojo. Ojo, el miedo no puede ser una excusa, porque el miedo, cuando afecta a un grupo de población grande y, sobre todo, cuando es una población vulnerable, como son los niños, hace que, no hacer nada con respecto a algo que es necesario, suponga casi un delito de lesa humanidad. Tengamos en cuenta que tenemos ocho millones, según los datos del Ministerio de Educación de España, ocho millones de alumnos escolarizados hoy en las aulas, de los cuales, según las mismas fuentes, tenemos entre un treinta, veinte, treinta por ciento, depende de la zona, de fracaso escolar. Eso da unas cifras de un millón seiscientos mil niños que, teóricamente, están fracasando en nuestras aulas. Si tenemos en cuenta eso, eso viene a significar un grito aterrador de una población muy grande que nos está diciendo: “Por favor, mírame, préstame atención”. Si, además, sabemos que el ochenta y cinco por ciento de nuestros alumnos, de nuestro público, al finalizar sus estudios declaran que ellos, si no fuera obligatorio, no seguirían estudiando, tenemos un problema enorme.