Rodrigo Lanza alega que mató al hombre de los tirantes con la bandera española porque le atacó antes

Rodrigo Lanza se suena la nariz de forma ruidosa con un pañuelo desechable antes de caminar hacia el banquillo de los acusados para explicar lo que, según su relato, fue una mala noche de indeseadas y funestas consecuencias. Otra noche pésima en la vida de este antifascista de 36 años que cumplió condena por dejar tetrapléjico en 2006 a un policía local de Barcelona de una pedrada y ahora afronta un nuevo juicio por asesinar en un bar de Zaragoza, a golpes, a Víctor Laínez, de 55. Lanza ha negado haber matado a Laínez por su ideología -un amigo le había susurrado que era un “fascista” y el hombre llevaba unos tirantes con la bandera de España- sino porque le atacó antes: “Salió con un cuchillo y me quiso matar”, ha dicho Lanza en una declaración exculpatoria en la que solo ha querido responder a su abogado.

Poco queda, en lo estético, del Rodrigo Lanza antisistema que a las 3.00 del 8 de diciembre de 2017 mató a golpes a Laínez tras una discusión por motivos ideológicas. El hombre, que permanece en prisión provisional por esos hechos y afronta una petición de 25 años de cárcel por asesinato, se ha presentado al juicio con una camisa azul claro y pelo corto y bien peinado. Una imagen que contrasta con las rastas, los pendientes y el pañuelo palestino habituales en sus apariciones públicas. Más allá de la imagen pulcra que quiere transmitir ante el jurado, Lanza ha seguido la estrategia marcada su abogado y ha jugado sus cartas para que se le exima de responsabilidad por el crimen: la legítima defensa, el trastorno mental transitorio, los efectos del alcohol.

La noche del 7 de diciembre de 2017, Lanza acabó su turno como camarero y cocinero del restaurante vegetariano Birosta. “Quería salir de fiesta”, ha explicado antes de relatar un itinerario de tragos -bebió, ha afirmado, una litrona, tres jarras de cerveza, cuatro chupitos y un gin-tonic-, amigos y bares que le llevó, finalmente, hasta el pub El Tocadiscos junto a un conocido, de nombre Pablo, y dos amigos de éste. “Yo ya estaba muy tocado. Me habría ido de fiesta con cualquiera”.

En la barra de El Tocadiscos, junto a unos pocos clientes, estaba Víctor Laínez tomando una copa. Entonces llegó el susurro. “Pablo me dijo que era un conocido fascista del barrio. Me quedé extrañado e incómodo”. Lanza afirma que el hombre hizo “un gesto con la cabeza” y fue a hablar con él. Según la Fiscalía, que pide 25 años de cárcel por asesinato con la agravante de haber sido cometido por motivos ideológicos, el acusado le gritó “fascista” y le dijo que no cabía en aquel barrio. Lanza replica que, pese a que la conversación fue “incómoda”, Laínez fue quien provocó la disputa. “Cuando le dije que era de Chile, me dijo: ‘Tú, sudaca, no deberías estar aquí”. Dice que se avergüenza ahora de haber ido a la barra, que lo hizo para hacerse el “chulo” frente a las dos amigas de Pablo. “Fue una niñatada”.

Cada cual regresó a sus asuntos por unos momentos. Lanza afirma que vio a Laínez escribir en su teléfono móvil y que pensó que estaba avisando a unos amigos para ajustar cuentas. “Nos entró la paranoia y decidimos irnos rápido”. Mientras salían por la puerta, su amigo Pablo gritó “¡cuidado, lleva una navaja!”. Fue entonces cuando Lanza se dio la vuelta y lanzó “una patada de instinto” para alejar a su supuesto agresor, que cayó al suelo. “Pensé que me iba a apuñalar y a matar. No recuerdo bien nada, pero tenía terror de que se volviera a levantar y por eso le di puños, tenía miedo”, ha explicado entre sollozos. Durante la investigación judicial no ha aparecido ningún cuchillo.

Nada de eso ocurrió de ese modo, según la Fiscalía, que admite -en base a los testigos- que Laínez siguió a los chicos y volvió a discutir con Lanza. Tras salir del bar, el acusado dio media vuelta y acometió al hombre con gran violencia y por la espalda. Después de que cayera al suelo desplomado, se abalanzó sobre él y le propinó nuevos golpes en la cabeza y en la cara. Lanza ha dicho que, pese a los golpes, se marchó rápidamente del lugar porque tenía miedo de que se incorporase para pegarle. Pero Laínez ya no se levantó nunca más. Quedó inconsciente y murió cuatro días más tarde, como consecuencia de las heridas, en el Hospital Clínico de Zaragoza.

Aunque solo ha respondido a las preguntas de su abogado, Lanza ha acabado la declaración lamentando el “dolor” de la familia de Laínez y el hecho de que “alguien haya muerto” durante la pelea. Un mensaje que ha irritado a Javier Laínez, hermano del fallecido. “Ha sido duro verle tan de cerca y oírle mentir así. Hace falta tener jeta. La víctima siempre es él, no los demás. Ahora la culpa la tiene mi hermano. Y cuando dejó tetrapléjico al de Barcelona, también la tenía el de Barcelona”.

El hermano de la víctima alude a la otra ”mala noche en la vida de Lanza, de la que tampoco asume la responsabilidad. En diciembre de 2006, Lanza estaba en las inmediaciones de una casa okupa en Ciutat Vella cuando comenzó un enfrentamiento con la Guardia Urbana. El joven antisistema lanzó una pedrada a un guardia urbano, Juan José Salas, de 39 años, que quedó en estado vegetativo. Fue condenado en firme a cinco años de cárcel. Al salir, un documental titulado Ciutat Morta que denunciaba supuestas irregularidades en el proceso judicial alcanzó un enorme eco y fue objeto de utilización política. El reportaje hablaba de un supuesto testigo que iba a admitir que hirió al guardia urbano con una maceta. Nunca se supo de ese elefante blanco ni se reabrió el caso.

Lanza se desplazó después de cumplir condena a Zaragoza, donde ha seguido vinculado a movimientos okupa y antisistema. Desde que fuera detenido por el crimen de Laínez, está en prisión y en régimen de aislamiento, una situación que ha denunciado su defensa.