Los peros de la guerra
Despachaba ante los medios Gerard Piqué, nada más finalizar el partido contra el Villarreal, cuando recordé una famosa escena de Juego de Tronos. Tyrion Lannister, de visita en el Muro, confiesa a Benje Stark su admiración por la Guardia de la Noche, incluso el respeto que le profesa como capitán de la misma. Todos intuimos que hay un pero, también el veterano militar que interrumpe el discurso de su interlocutor con la siguiente sentencia: “mi hermano me dijo una vez que nada de lo que se dice antes de la palabra ‘pero’ cuenta realmente”. Lo que Piqué hizo este martes fue demostrar lo contrario, enseñarnos que, en ocasiones, lo que no cuenta realmente es todo lo que se dice después.
A preguntas de los periodistas, el central catalán trató de establecer las causas de los principales males que parecen asolar al equipo en este comienzo de Liga -mala pretemporada, demasiados viajes, pocos entrenamientos- cuando, sin previo aviso, se lanzó de cabeza a por la magia de la conjunción adversativa: “Pero esto es el Barça”, dijo, “y aquí de nada valen las excusas”. Así de entrada, he de decir que se me ocurren pocos equipos que hayan interiorizado tanto y mejor la excusa permanente que el azulgrana. El Barça es el equipo del “pero” desde tiempos inmemoriales y ahí reside, precisamente, gran parte de su encanto. Repasemos algunos de los ejemplos más manidos: Di Stéfano lo tenía hecho con el Barça pero, cosas de las dictaduras, terminó fichando por el Madrid; el club debió celebrar su primera Copa de Europa en Berna pero los postes eran cuadrados; la segunda debió alzarse en Sevilla pero Núñez prefirió ahorrarse unas pesetas; Sandro Rosell era cruyffista pero quien resultó no ser cruyffista, en absoluto, fue el propio Cruyff. Sin ser yo un avezado analista, juraría que en todas ellas se repite el mismo patrón.
Cabe otra posibilidad, sin embargo, que invalidaría lo dicho anteriormente sobre el pero de Piqué: que la primera parte de su respuesta no se encuadrara en el terreno de las simples excusas, sino en el de un ataque velado hacia los dirigentes del club. Ese sería otro escenario diametralmente distinto porque ya no hablaría tanto de causas como de culpables, lo que aportaría una gran dosis de emoción a las declaraciones del futbolista. Y es que pocas cosas hay más aburridas en el fútbol que las típicas excusas de sus protagonistas ni nada más interesante que una jugosa guerra interna encubierta, al menos desde un punto de vista puramente informativo, incluso literario.
Cuesta imaginar a una persona tan inteligente como Piqué incurriendo en un error de sintaxis pero todavía resulta más difícil imaginarlo en desacuerdo con la lógica de los Stark. Con un simple juego de palabras podríamos anunciar que el futbolista ha decidido desatar sus peros de la guerra contra una directiva que lleva practicando, a su vez, un sinuoso juego de filtraciones interesadas desde no se sabe cuándo. Y seguramente harán lo correcto, a fin de cuentas se trata de simples empleados del club a los que convenga meter en cintura de un modo u otro pero –siempre hay un pero- nadie en su sano juicio consideraría a Piqué un simple futbolista, un mero empleado. Acabamos de recibir al otoño y, miren por dónde, ya se acerca el invierno.
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