River gana a Boca en la primera semifinal de la Copa Libertadores
En el fútbol argentino, los partidos comienzan mucho antes de cuando lo dispone el árbitro. Este martes, a seis horas de que comience el superclásico por las semifinales de la Copa Libertadores, los encargados de abrir el Monumental llegaron a las puertas del estadio y se encontraron con lo que en la jerga del animismo se suele llamar «trabajito»: hinchas de Boca habían dejado una camiseta de su equipo con velas ardiendo, como si esa invocación a los espíritus pudiera ayudar a su equipo. Fue entonces que empleados de River se asesoraron para contrarrestar ese llamado esoterico.
Sin embargo, concluido el partido ya cerca de la medianoche, quien haya hecho ese intento de magia negra -algo más habitual de lo que se cree-, seguramente no se habrá jactado. River demostró por qué desde 2014 ganó siete títulos internacionales y este martes superó 2 a 0 con justicia a su clásico rival. Los goles de Rafael Santos Borré, tras un penal señalado por el VAR, y de Ignacio Fernández, uno en cada tiempo, parecen darle una interesante ventaja para la revancha al actual campeón de la Libertadores, que en diciembre del año pasado se consagró justamente ante Boca en Madrid.
Los jugadores visitantes, con Carlos Tevez a la cabeza, gesticularon y se quejaron contra el árbitro brasileño Raphael Claus, quien en el último minuto, otra vez a instancias del VAR, expulsó al mediocampista visitante Nicolás Capaldo. El vencedor del superclásico argentino -la revancha será el martes 22 en la Bombonera- jugará la final de la Copa contra el ganador de los brasileños Gremio-Flamengo, que este miércoles se enfrentarán por la primera semifinal en Porto alegre.
Aun con lo relativo que puede ser el primer partido de una serie de 180 minutos, River festejó el 2-0 como se festejan los triunfos contra el máximo rival: sin pensar en el mañana. En el medio quedó un partido que paralizó una parte de Buenos Aires: 1.700 policías y un incesante sonar de sirenas montaron un simulacro de seguridad para que no se repitiera el escándalo de la final del año pasado en el Monumental, cuando un ataque de hinchas de River a jugadores de Boca frustró el partido que terminaría en Madrid.
Se suponía que Boca saldría a resguardar su arco, acorde a su mayor virtud en los últimos partidos, pero el gol de Borré a los 7 minutos volvió a confirmar que el fútbol es el deporte de los pronósticos traicionados. La decisión del árbitro brasileño fue a través de un llamado del VAR, largos segundos después de la -existente- infracción de Emanuel Más. También el superclásico argentino es un tradición de más de 100 años que debe adaptarse a los incomprendidos tiempos modernos.
Con la misma intensidad en el campo de juego que en las tribunas, el partido que siguió justificó la pequeña fortuna que los hinchas pagaron por una entrada en una Argentina en crisis. Boca, en desventaja, quedó a mitad de camino de su plan original e intentó adelantarse algunos metros pero sin demasiada convicción, mientras River pasó a jugar con menos desesperación para convertir y siempre mantuvo el control.
El clásico argentino mostró la vigencia de Enzo Pérez, un cacique ya veterano que podría seguir jugando en las ligas de Europa pero elige hacerlo en el club del que es hincha. Al compás de su superioridad, River tuvo más situaciones de gol, aunque la ocasión que desperdicio Capaldo, al cierre del primer tiempo, fue una de esas que los televidentes habrán tenido que ver varias veces para convencerse de que no fue gol.
En ese contexto de piernas afiladas y mínimos espacios, el segundo gol de River -convertido por Fernández- no solo fue justo: también tuvo la gracia de quien es capaz de producir belleza en medio de la guerra simbólica de un superclásico.
La revancha será el martes 22, con todo un desafío: que los 90 minutos se jueguen en paz. Las últimas dos revanchas de series superclásicas por Libertadores terminaron en escándalo. Al gas pimienta lanzado por hinchas de Boca a los jugadores de River en la Bombonera, por los octavos de final de la Copa 2015, el año pasado se le sumaron las piedras que simpatizantes de River arrojaron a los futbolistas de Boca en las inmediaciones del Monumental.
El martes, antes del partido, los móviles de televisión se concentraron durante horas en el lugar del ataque de 2018, en la esquina entre Libertador, Monroe y Lidoro Quinteros, pero esta vez el ómnibus que trasladaba a los jugadores de Boca pasó sin problemas. Si los hinchas de River no pudieron festejar entonces el título que su equipo terminaría ganando en Madrid, lo de este martes fue un pequeño desquite. Aunque todavía falta, justamente, la revancha
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