El Espanyol se cae del club selecto
Cada vez que el Espanyol se enfrenta al Valladolid, un amargo recuerdo asalta a los viejos aficionados pericos: el descenso de 1962. Hasta entonces, pertenecía a un exclusivo club junto a Madrid, Barça y Athletic. Fundador de la Primera como ellos, nunca había bajado, ni se veía tal cosa posible.
Ya la Liga 60-61 fue un aviso: acabó décimo. Sarriá se quedaba pequeño e incómodo y algunos proponían comprarle al Barça el viejo Las Corts. El Barça se había mudado al flamante Camp Nou en 1957 y en Las Corts jugaba el Condal. Para el Espanyol era ideal, pero un fuerte sector repudiaba la idea por humillante.
También había dos líneas respecto al diseño de equipo: un sector, al que pertenecía Pablo Porta, preconizaba paciencia, hacer jugadores y pensar en el futuro. Otra, que se impuso y convenció al presidente, Olivares de la Riva, era partidaria de fichar nombres sonoros que atrajeran público. Así, para la 61-62 llegaron Czibor, genio en el Honved, luego incordio en el Barça; Carranza, un argentino cuyos goles llevaron al Granada a la final de Copa de 1959; Rial, veterano socio de ataque de Di Stéfano, ya entrado en años y lastrado por lesiones; y Gordejuela, un defensa serio que traía en las espaldas tres años en Osasuna y nueve en la Real.
Cargado de ínfulas, el Espanyol se apuntó en julio al llamado Torneo Internacional de Nueva York, del que regresó con tres victorias, un empate, tres derrotas y mucha fatiga. También se inscribió en la Copa de Ciudades en Feria. Creada para selecciones de ciudades, en Barcelona la acaparó el Barça. Luego se abrió a clubes y el Espanyol se apuntó para esta edición. Mucha leña para un equipo veterano. Eliminó al Hannover, luego cayó ante el Estrella Roja del gran Sekularac. Aquello sirvió para comprobar que el legendario Ricardo Zamora, a la sazón secretario técnico del club, mantenía una enorme popularidad en la vieja Europa.
En Liga pasó lo que tenía que pasar. De los veteranos sólo respondió Gordejuela. En Sarriá había gritos contra la directiva. Al final de la primera vuelta cayó el entrenador, Saso, con el equipo penúltimo. Le sustituyeron Arcas, vieja gloria del club, y Ricardo Zamora, en tándem. Mejoraron los resultados fuera, pero no tanto en casa, donde los jugadores actuaban nerviosos. Un empate ante el Oviedo la penúltima jornada fue la causa final de que el equipo acabara decimotercero, obligado a la promoción de permanencia.
Llamamientos a la unidad
El rival fue el Valladolid, al que el Espanyol había eliminado en la Copa. Afrontó la eliminatoria con cierta sensación de seguridad. Esto va a ser un susto que nos enseñará, nada más. La ida es en Sarriá. Hay llamamientos a la unidad, que funcionan. Esta vez las pancartas son de ánimo y con ánimo sale a jugar el equipo. En el minuto 27, hay una falta sobre el área vallisoletana que bota Gordejuela e Indio, un brasileño genial pero indolente, cabecea el 1-0. Bien. Sólo hace falta otro gol, calcula la parroquia. La gran ocasión llega en el 53, cuando Gardeazábal (el gran árbitro del momento y quizá de nuestra historia) señala penalti por derribo a Carranza. Lo lanza él mismo, mal y lo para Calvo. Ahí cambió la atmósfera, en un instante. Cundió el pesimismo. Poco más tarde, Carranza cae otra vez en el área, Gardeazábal hace ademán de pitar… pero no pita. Luego explicará. “Carranza es muy cuentista, me pareció que fingía”.
A la vuelta, en Zorrilla hay un ambiente de expectación entusiasmada. El Valladolid no se siente carne de Segunda, no hace mucho de sus siete internacionales y ve llegada la ocasión. Para el Espanyol todo empieza raro. Sale con camiseta blanca y pantalón azul para distinguirse del Valladolid. Pero Birigay les exige que se cambien, y acaban jugando con una camiseta roja prestada. En el 78, García remata de cabeza el 1-0. El Espanyol se encoge, no juega. Está a punto de alcanzar la meta del desempate cuando, ya en el 88, Rodilla marca el 2-0. Birigay aún prolonga seis minutos, de modo que los pericos tienen la ocasión de aprovecharse del tiempo que ellos mismos perdieron. Pero todo son prisas y fallos. El equipo baja por primera vez en su historia.
Es el llanto y crujir de dientes. Cae la directiva entera, también Arcas y el legendario Zamora. El nuevo presidente lo primero que hace es fichar como entrenador a Heriberto Herrera, al que el Valladolid había contratado para la promoción. Cumplirá: el Espanyol subirá un año después.
Puedes seguir Deportes de EL PAÍS en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.