Peter Handke: “Ahora me siento libre”
Cuando sonó el teléfono poco después de este jueves al mediodía, Peter Handke pensó que se trataba de un abogado americano cuya llamada esperaba. Enseguida entendió que el interlocutor era alguien de la Academia Sueca. Después, se fue a caminar por los bosques cercanos de Chaville, el pueblo en las afueras de París donde reside. A las 15:45, regresó por uno de los caminos sin asfaltar que conducen a su casa con jardín. Le esperaban una decena de periodistas.
“Pasen al jardín”, les invitó, desafiando su reputación de escritor huraño y aislado. “No sé si estoy feliz pero estoy emocionado”, declaró. “Pero no lo puedo mostrar con las cámaras y los aparatos de fotos. Es difícil estar emocionado. Hay que ser actor para estarlo delante de ustedes”. Después reveló: “No sé cómo celebrarlo. Me gustaría beber, pero no he comido nada hoy. No tengo hambre.”
Sus sensaciones eran extrañas. “Como escritor has nacido culpable. Y hoy, a esta hora, no me siento culpable, me siento libre. Quizá a las seis de la tarde vuelva a sentirme culpable”, afirmó.
El Nobel 2019 le ha llegado al escritor austriaco cuando muchos había dejado de esperarlo, empezando por él. Sus ensayos en defensa de Serbia durante las guerras balcánicas de los años noventa, y más el gesto de asistir al entierro del líder nacionalista serbio Slobodan Milosevic, muerto en 2006, parecían haberlo relegado, aunque cada año seguía figurando en las quinielas. Él asegura que no esperaba el galardón.
“Por los problemas que tuve hace años nunca pensé que me eligieran”, dijo el autor de El miedo del portero ante el penalty y Desgracia impeorable. “Hubo mucho ruido cuando escribí de un modo distinto sobre la guerra civil en Yugoslavia, y puedo entenderlo. Por eso creo que la decisión de la Academia de Estocolmo ha sido valiente”.
Amable y hospitalario con los periodistas, saltando entre el alemán, en inglés, el francés y algo de castellano, Handke se mostró incómodo ante las preguntas sobre sus posiciones sobre Serbia y Milosevic. “No tengo ninguna posición”, dijo en varias ocasiones. Sobre su presencia en el funeral de Milosevic, replicó: “¿Es un crimen? ¿A usted le parece un crimen?”
“No tengo nada que cambiar”, continuó. “Cada día me gustaría cambiar. Pero mi naturaleza es mi naturaleza. Es la naturaleza de un escritor, no de un periodista. Mi sentimiento más profundo es el sentimiento épico, como Cervantes, como Homero, como Tolstoi. Este es mi mundo. Y escritores austriacos como Adalbert Stifter, Heimito von Doderer, Ivo Andric”.
También mencionó la influencia de España, país donde ha pasado temporadas y escenario de algunos de sus libros. Cita a Juan de la Cruz, a Teresa de Ávila, a Cervantes. “También los paisajes, sobretodo”, añade.” Me gusta Castilla: mil metros sobre el mar, y está vacío. Pero gustar no es la palabra. Siento apego”.
Hace unos años, Handke declaró que “habría que suprimir [el Nobel]”. “Es una falsa canonización”, dijo. Hoy, con un toque de humor, lo matiza. “Ahora lo han corregido. Quizá continuarán por la buena vía ahora. No tengo nada que criticar”, dijo. Y, más serio, explicó: “Cuando critiqué el premio Nobel, no hablaba como autor sino como lector. Mi existencia consiste en leer. Me siento en mi lugar cuando empiezo a leer, a descifrar, a encontrar las palabras”. Cada mañana dedica un rato a leer unos versos de Píndaro y a otros autores en griego antiguo. “Es bueno para la cabeza y para el corazón, para la salud”, comenta.
Otra pregunta incómoda. ¿En qué gastará el dinero? “Ah, vaya preguntas… No muy sutiles. Cuando era joven escuchaba una canción de Ray Davies, de los Kinks, con una frase que me gustaba mucho: ‘Hay demasiado en mi cabeza’. Ahora no me pregunta por el dinero…”
¿Y después del Nobel? “Hay que continuar como si nada. Es de uno de mis motivos en la vida: hacer como si nada. Como dijo Ibsen, aún hay muchas flechas en el arco para disparar. Pero no quiero decirlo, porque Ibsen murió después de decirlo. Tengo ganas de continuar. Aún tengo cosas que contar, que rimar, que imaginar”.