González y Rajoy abogan por un gobierno estable aunque implique “coaliciones incomodas”
«Olvidémonos del sentimiento trágico de la vida tan tradicional en España porque tan diferentes no somos». Esa ha sido la última frase que pronunció el expresidente socialista Felipe González para concluir su charla de más de 100 minutos con el el exjefe del Ejecutivo del PP Mariano Rajoy, en la segunda jornada de la I edición del Foro La Toja Vínculo Atlántico, una cita para la reflexión que se ha convertido de hecho en una cumbre nostálgica sobre el bipartidismo. González y Rajoy se mostraron a favor de «facilitar un Gobierno estable» y «si es posible con una mayoría» y hasta con «coaliciones incómodas» que puedan «pactar temas de Estado». Los dos líderes discreparon muy poco.
La abogada española Miriam González, esposa del líder liberal británico Nick Clegg, ejerció como moderadora, y provocadora, en una conversación pública hasta ahora inédita de Rajoy y González, representantes de Ejecutivos con ideologías y presupuestos políticos diferentes. Ahora ejercen de hombres de Estado y eso les ha aproximado al máximo. González reveló, además, que hablan en privado mucho y desde hace tiempo. Y se notó. Al final, la moderadora les preguntó que si ellos fueran ahora los líderes de sus partidos habría sido más fácil un Gobierno de gran coalición ante este nuevo bloqueo institucional que vive España. El expresidente socialista se apresuró a desmarcarse: «Él sí, yo no». Rajoy intercedió: «Yo sí, en eso has acertado».
Fue en ese apartado de la charla, siempre amable, cuando González aseguró que en la situación actual los dos son «como mínimo, Winston Churchill». Rajoy precisó de entrada que él no le iba a requerir nada al líder actual del PP, Pablo Casado, pero sí recordó las ofertas de pactos de gran coalición que le formuló al PSOE y a Ciudadanos tras los resultados electorales de la cita con las urnas en 2015 y en 2016. Y lo argumentó: «Yo al día siguiente convoqué al comité ejecutivo de mi partido y ofrecí la gran coalición, porque ya era un modelo conocido en Europa». Pero constató con su estilo irónico y risas en la sala su fracaso: «Con el éxito conocido por todos». Aquella idea no prosperó.
Rajoy, en ese punto, sí quiso exponer su ejemplo para subrayar lo complicado que es dirigir un país sin una mayoría estable detrás: «No se puede gobernar si no tienes mayoría. No es posible gobernar con un pacto para cuatro años con 120 o 130 diputados».
El expresidente socialista recordó que cuando encalló la situación política en España en 2016 ya advirtió de que no se podía gobernar España como Italia, con un Parlamento fragmentado, en un país sin italianos. González lanzó una pulla al expresidente de ese país: «Yo no he cambiado mucho, cambio menos que Matteo Renzi, no me reinvento cada rato. Tiene que haber un Gobierno ya y los partidos que no tienen la posibilidad de formar un Gobierno no pueden impedirlo».
El humor y la sorna son dos cualidades que usaron González y Rajoy en sus intervenciones. Cada uno a su estilo. El socialista bromeó con el miedo que le dan ahora las redes sociales para atreverse a teorizar sobre que si en España «se siguen repitiendo elecciones no será con los mismos candidatos» o cuando reformuló algo más que un dicho sobre la identidad argentina: «Si usted cree que ha comprendido lo que pasa en España es que no se lo han explicado bien».
Rajoy tiró de su conocido sarcasmo hasta para retratarse. El tema en ese momento era la Constitución y si podría ser buena su reforma. El exdirgiente del PP explicó su posición contraria porque piensa «que no hace ninguna falta», porque no ve «ningún estrés en la ciudadanía sobre ello ni que sea capital» y porque teme que «si se abre ese melón no se sepa en qué iba a terminar». Y acabó con una de esas frases suyas que ayudan a destacar su perfil indolente y que todo el auditorio aplaudió: «Muchas veces en la vida es bueno no tomar ninguna decisión también». González no pudo evitar apuntillar: «La decisión es no decidir».
La posible reforma de la Constitución salió a colación cuando se abordó la situación en Cataluña. Rajoy razonó que frente a un problema que parece casi endémico de «colisión de sentimientos solo cabe aplicar la ley y la Constitución. El expresidente popular apostilló que la crisis «está yendo a mejor» incluso en vísperas de la determinante sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del proceso independentista. González coincidió en lo difícil de manejar este problema «en un país plural en las ideas y diverso en los sentimientos de pertenencia». El socialista apuntó otro dilema: «Hay cierto fracaso de la política cuando todos los presentes estamos pendientes de la dimensión política de lo que decida el señor Marchena y la sala segunda del Tribunal Supremo y esa no es la responsabilidad de un señor que ha llevado el juicio impecablemente».
González y Rajoy convinieron también en que la apelación independentista a la democracia del pueblo no puede estar por encima de la Constitución, la ley y el derecho a decidir de todos los españoles. El expresidente popular esgrimió que aplicó excepcionalmente bajo su mandato por primera vez el artículo 155 de la Constitución para intervenir la Generalitat, cesar aquel gobierno autonómico y convocar elecciones para que quedase claro «que la democracia tiene instrumentos para defenderse cuando es atacada». Y González apostilló su postura reformista en algunos capítulos de la Carta Magna como por ejemplo para aclarar mejor que si algún día se tiene que volver a aplicar el 155 sería «porque los responsables de los poderes autonómicos no cumplieran con su deber de lealtad al Estado».
Cuestionados sobre la lacra de la corrupción, Rajoy recurrió a su teoría de que «es un problema de personas» porque «un partido no es corrupto por definición» y también enfatizó que España y sus partidos no son más corruptos que los países de nuestro entorno. El exlíder del PP, que sufrió una moción de censura en junio de 2018 que le apartó del poder tras ser condenado su partido por el caso Gürtel, quiso explicar que en aquel Ejecutivo precisamente no había ningún miembro condenado, investigado, imputado o juzgado por corrupción. González, que reconoció lo que le costó asumir que amigos suyos fueran implicados en escándalos en su última etapa en el poder, apuntó contra algunas disfunciones jurídicas (las denuncias de la acusación popular y entre los partidos sobre todo) que han surgido para abordar estos asuntos por haber querido redactar en su momento una Constitución con un sistema judicial muy garantista para contraponerlo a la dictadura anterior.
Antes de entrar al evento, Felipe González consideró “inevitable e inexorable” que se supere, tras las nuevas elecciones del 10 de noviembre, el actual bloqueo político del país “para acabar con la crisis de representación”. Y retrató el panorama político: «Hemos pasado de un pluripartidismo que evoluciona como es natural que se ha convertido en bloquismo«. Cuando se le preguntó sobre el posible desbloqueo tras las elecciones del 10-N respondió: «Lo veo inevitable, inexorable para superar una crisis que es fundamentalmente de representación. Los representados tienen que verse reflejados en los representantes y los representantes tienen que administrar ese voto para facilitar un Gobierno estable. Ahora puede ser malinterpretado pero en 2016 no solo lo escribí y lo declaré: quien no pueda formar Gobierno no debe obstaculizar que otro lo forme».