La madurez total de Benzema

Hay una escena del documental El caso Benzema, estrenado en noviembre de 2017, que muestra que la incomprensión de su fútbol viene de muy lejos. El futbolista y su padre pasean juntos por los campos de Gerland, la vieja ciudad deportiva del Olympique de Lyon, donde se formó, y rememoran los partidos que jugaba allí de niño. “Todas las familias estaban en un lateral, pero a ti te veía allí, detrás de la portería”, le recuerda Karim a su padre, Hafid. Y la voz en off del futbolista añade: “Venía a todos los partidos. A todos. Lo único que decía era que marcara. Nada más”, dice antes de que siga el diálogo en las imágenes.

Padre. Mi papel preferido. “Vamos, chuta, chuta. Vamos, marca”, decía cada vez. “No pases, vamos, dale”.

Benzema. Nada más llegar, no pases, vamos.

P. Puedes marcar, vamos.

Lo recuerdan y ahora se ríen, pero la escena aún transpira el dolor de entonces.

P. Créeme: cuando te gritaba delante de los demás, no me gustaba. Gritar a mi hijo…

B. Nunca tenía razón. Siempre mal.

P. Es así. Así es la vida.

Así fue durante mucho tiempo. “Sólo ahora, en los últimos tres o cuatro años, me dice que lo hago bien”, cuenta luego Benzema, situado ya en otro escenario. Fueron los años de las Champions, el tiempo en el que Cristiano Ronaldo reconocía en privado la importancia que el francés tenía en su propio desparrame goleador. Una época en la que el francés entendió que como mejor podía ayudar al equipo era creando el espacio necesario para que el portugués anotara, dejando a un lado el papel de finalizador que tenía en el Olympique, antes de llegar al Madrid en 2009. Lo cuenta él mismo en otro documental más reciente, Benzema, combate 4 estrellas, emitido a principios de este mes en RMC Sports, en el que también reflexiona sobre la incomprensión de un nueve circunstancialmente desapasionado por la carrera del gol.

Para explicarlo usa la célebre jugada del Calderón en la que escapa de tres defensas haciendo equilibrios sobre la línea de fondo: “¿Es lo más bonito que he hecho en la Champions? Tal como yo veo el fútbol, sí; pero quizá no como lo veis vosotros, si dices que no se contó ni como gol ni como asistencia. Para los periodistas de ahora, lo que importa son las estadísticas”, lamenta.

Aunque eso comenzó a cambiar cuando Cristiano se mudó a Turín. Después de cinco jornadas, Benzema es el máximo goleador de la Liga (cinco goles, como Gerard Moreno). Suma 20 tantos en todas las competiciones en 2019, los mismos que Leo Messi, solo superado en las cinco grandes ligas europeas por Lewandowski, Mbappé y Agüero. El nueve del Madrid es también el jugador que más veces ha abierto el marcador en esta Liga, en cuatro de los cinco encuentros. Y el futbolista que más ha rematado: sus 21 intentos en las cinco primeras jornadas ligueras son casi el doble que los 11 del inicio del curso pasado.

“Es la continuidad del año pasado, y éste parece el año en que se ha puesto entre ceja y ceja llevar la bandera del Madrid”, dicen en Valdebebas, desde donde apuntan a una “obsesión por la perfección física”, en cuya búsqueda es “métodico y minimalista”. Pesa seis kilos menos que hace dos años, cuentan.

Los rivales también lo perciben. “Es uno de los jugadores más infravalorados del mundo. Ahora es un verdadero líder. Juega en todas partes, es difícil defenderse de él”, decía el entrenador del PSG, Thomas Tuchel, el día antes del partido contra el Madrid el miércoles pasado en el Parque de los Príncipes.

Benzema ha dado pasos en dirección a la conquista de los rankings sin dejar de lado su incidencia en el juego colectivo. Ya desde el curso pasado se ha mostrado más expresivo con gestos y palabras. Resulta habitual verle rondar a los centrales contrarios mientras agita los brazos haciendo señas a los propios, a 50 metros de allí, sobre el rumbo adecuado de la jugada. Ha dedicado tiempo a tutelar a jóvenes como Vinicius, a quien ha guiado en entrenamientos y partidos. Incluso ha desplegado gestos más expansivos, lejos del carácter reservado que ha lucido: hacia el final del deprimente curso pasado cerró varios partidos acercándose a la grada a regalar su camiseta y un poco de fervor.

Fuentes de su entorno y del club apuntan al asentamiento de una madurez que ha dejado atrás los incidentes nocturnos con aroma pandillero, los enredos judiciales y las cicatrices de su exilio de la selección francesa. “Su segundo hijo [tiene una niña de 5 años y un niño de 2] y haber encontrado la estabilidad sentimental, doméstica y sentimental ha sido otro factor determinante”, apuntan desde Valdebebas.

Esa faceta terminó también de rendir las reservas de su padre: “Estoy orgulloso de lo que has hecho. Te has convertido en padre. Un hombre de familia. ¿Qué más puede pedir un padre de un hijo?”, le dice, casi emocionado, hacia le final del paseo en El caso Benzema. Cuando el pasado 21 de abril le anotó un triplete al Athletic, contó que lo había hecho porque se lo había prometido a su hija, y que el balón se lo llevaba a casa para dárselo a ella.

Benzema maneja una conciencia del paso del tiempo poco habitual que le empuja a exprimir los últimos episodios de su carrera. “Haber superado los 30 [tiene 31], que le avisan de que debe despedirse del fútbol desde arriba, no desde abajo. Hay muchos que no ven eso; él sí”, dicen en el club.

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