De árbitro a entrenador

Con 22 años dirigía partidos en la máxima categoría del fútbol mexicano, con 25 era árbitro FIFA. Pitó en tres Mundiales, el último en Brasil, donde gestionó la ansiedad de los futbolistas locales en el 1-7 contra Alemania pocos días después de que se le pasase inadvertido el mordisco de Luis Suárez a Chiellini. “Me gusta ser diferente”, advierte Marco Antonio Rodríguez (Tepic, México, 1963), un tipo singular, con una amplia frente limitada en la parte inferior por dos pobladas cejas y en la superior por un característico pico de pelo que le convierte en un sosias de Chiqui Drácula, personaje de un serial mexicano que reinterpretaba al conde rumano. Pero él, un fervoroso creyente que también ejerce de pastor evangélico, le dio en su día una vuelta al sobrenombre para promover uno más amable, el de Chiquimarco.

Su proceder es ajeno a las convenciones. Tras aquellas peripecias del verano de 2014 desechó la opción de convertirse en el primer colegiado en arbitrar en cuatro Mundiales, empleó su labia para prosperar en los medios de comunicación y buscó una inopinada pirueta. Tiene el título de director deportivo y el de entrenador y no se pone límites. “Quiero ser seleccionador mexicano”, dice. Por ahora se estrenará en los banquillos al frente del Salamanca CF UDS en Segunda División B. Y avisa: “Soy muy intenso”.

Todo ese bagaje se vistió de corto ayer sobre el césped del viejo Helmántico, el campo que tantas glorias vivió de la Unión Deportiva Salamanca, también el que presenció su defunción hace poco más de seis años. Desde entonces Unionistas y Salamanca CF UDS, el club edificado sobre las cenizas del filial Salmantino, litigan por el favor del aficionado. Lo hacen, además, en la misma categoría de bronce, a la que subieron de la mano hace dos temporadas. En todo el batiburrillo del proceso de liquidación de la vieja Unión hace algo más de tres años que unos inversores mexicanos adquirieron a precio de saldo (poco más de un millón de euros) el estadio, lograron un acuerdo con el Salmantino y expresaron un deseo: “No pararemos hasta llegar al fútbol profesional”.

Marco Rodríguez, Chiquimarco, con el Salamanca en el Helmántico
Marco Rodríguez, Chiquimarco, con el Salamanca en el HelmánticoÁlex López/Salamanca UDS

Marco Antonio Rodríguez no es el primer árbitro que acaba como entrenador. Pero los precedentes son añejos y remiten a algún hombre orquesta como Pedro Escartín, que tras una temprana retirada como futbolista, reenganchó como árbitro entre 1924 y 1948 y luego fue seleccionador español. Incluso ejerció de periodista, como un mexicano llamado Fernando Marcos González, un hijo de asturianos que siguió un camino muy similar al de Escartín, del que era contemporáneo. Más anecdótico fue el tránsito de Carlos Fanta, el primer seleccionador chileno, que hace un siglo ejercía de eventual árbitro ante la ausencia de vocaciones en la época.

Tampoco es Chiquimarco el primer mexicano que llega a este nuevo Salamanca. Desde hace tres campañas el equipo se conforma con no menos de media docena de futbolistas aztecas en el plantel. Este verano los propietarios buscaron también en ese mercado soluciones para su banquillo. El elegido fue José Luis Trejo, un veterano de largo recorrido en lo más granado del fútbol mexicano, pero sin titulación para ejercer en España. La que sí tiene Chiquimarco.

El árbitro devenido en entrenador llega a una entidad que, sin la obligación de ser sociedad anónima, no inscribe socios que puedan darle la vuelta en una asamblea, sólo admite abonados. Antes del verano un grupo de seguidores emitió un comunicado en el que criticaban retrasos en los pagos y que no estuviese claro quién detentaba la propiedad del club. Las personas de referencia hasta ahora eran Víctor Iglesias, hijo de Agapito, máximo accionista del Zaragoza entre 2006 y 2014, y Manuel Lovato, un empresario mexicano del sector inmobiliario.

Chiquimarco tiene una tendencia al histrionismo que le llevó, por ejemplo, a mostrar dos tarjetas amarillas a la vez en una final del campeonato mexicano. La opereta le dejó en la nevera durante un mes: “Rompí un esquema tradicional. Hay que innovar, pero con prudencia”.

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