Arrancó Acapulco con sobresalto, en un estado de alerta inesperado porque en la antesala del estreno, Rafael Nadal dijo abiertamente que llega “justito”, con un solo entrenamiento previo y dolorido de la mano izquierda por un mal gesto durante un ensayo en la semana anterior, mientras peloteaba en Cozumel con vistas a esta gira americana sobre cemento. Volvió el mallorquín a hablar de las lesiones, el mal endémico, y se recordó el episodio del año pasado, cuando renunció a las puertas del evento por un pinchazo que 34 días antes le había apartado de Australia y le borraría luego de Indian Wells y Miami.
Prudencia máxima ahora, por tanto, aunque al final pudo saltar a la pista este martes (madrugada del miércoles en España) y apear a Mischa Zverev: doble 6-3, en 1h 20m. “Me he sentido bien y la muñeca ha funcionado”, valoró. “Por suerte estoy más o menos bien. Ayer [por el lunes] retrasé la rueda de prensa para no mentir. No sabía qué decir antes de saber la evolución de la muñeca, pero estoy bien”, tranquilizó el tenista, de 32 años.
No hubo susto ni percance, sino un triunfo relativamente plácido contra un rival con un estilo profundamente antagónico y añejo, abanderando el viejo tenis de saque y volea. Cada pelota es un órdago para el veterano alemán, reducido por el temple y el buen hacer nadaliano, que no requirió de alardes ni heroicidades en este debut, sino de una buena linterna para ir explorando los pasillos que dejaba Zverev a cada subida. Venía “justito” Nadal, advertía, pero todavía más precario su adversario, que esta temporada contabiliza solo dos partidos y en ambos se ha despedido en la primera ronda. Muy oportuno, pues, para el despegue mexicano del número dos.
Seguramente, Nadal no dio con las mejores sensaciones, pero aun así le valió para superar con holgura el primer escollo y disipar la repentina incertidumbre que generó el día antes su comentario sobre la mano. Si hay dolor, no se notó. “Hoy, lo importante era pasar”, razonó. Y cumplió el balear, envuelto en fucsia y sin mangas, de vuelta después de un receso voluntario de 32 días, los que han transcurrido desde la final perdida contra Novak Djokovic en Melbourne y la reaparición sobre el suelo de Acapulco; escenario, este, en el que ha elevado dos veces el título con anterioridad: 2005 y 2013. Entonces sobre tierra batida, territorio fetiche, y hoy día renovado para atraer a los tenistas en la puesta a punto hacia los dos primeros Masters 1000 del curso.
Nick Kyrgios, siguiente escollo
Le bastó a Nadal una certera estocada en la primera manga, con un globo de revés que validó el break en el cuarto juego, y otra en la continuación, rompiendo para 4-3 y luego para el 6-3 definitivo. Fue soltándose conforme avanzó el partido (24 winners y 14 errores) y liquidó a Zverev en una noche envuelta de humedad. Aguarda en la siguiente estación un atractivo pulso (3.00, Movistar+ #Vamos) con al australiano Nick Kyrgios (6-3 y 7-5 a Andreas Seppi), capaz de lo mejor y lo peor, siempre incierto; talento donde los haya, pero quebradizo a más no poder. En los cruces particulares, 3-2 favorable al de Manacor, que hasta comienzos de abril vislumbra el magnífico aliciente de sumar o sumar, hasta 2.500 puntos, ya que la ausencia de hace un año le plantea hoy un presente optimista y jugoso.
“De 2005 a 2019 estoy en el top-10, y eso significa que dentro de todas las lesiones que he sufrido, tengo una regularidad muy alta”, introducía en la presentación de Acapulco, un 500 que año tras año va ganando vuelo. “Cuando tenía 18, mucha gente decía que mi carrera sería corta por mi manera de jugar. Ahora no estamos hablando de una carrera corta. Ahora ya llevo una carrera mucho más larga que la mayoría. Es normal que me vayan ocurriendo cosas”, agregaba el número dos, feliz tras deshacerse de Zverev: “Tuve un problema en la mano y no he entrenado mucho, así que esta victoria es importante para mí”.
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