El FMI desmonta los argumentos de la guerra arancelararia de Trump y le avisa de sus efectos

Los técnicos trazan varios escenarios para ilustrar los efectos de la guerra comercial y de la incertidumbre que genera. El informe no cita directamente a Donald Trump pero sí incluye una simulación del impacto de una eventual escalada en el choque. EE UU y China sufrirían básicamente todo el daño. Los intercambios entre los dos países podrían caer un 30% a corto plazo si se elevara un 25% el arancel a todos los bienes. El desplome sería del 70% si se prolonga.

La caída de la demanda externa por el declive de las exportaciones lastrará las dos economías. El producto interior bruto de EE UU podría perder hasta seis décimas porcentuales en ese escenario mientras el de China sufriría un impacto de 1,5 puntos. “El efecto es mayor para los chinos porque sus exportaciones representan una parte mayor de su economía”, explica. Esa desaceleración económica, si llegara a materializarse, “será mala para todos”.

China lo notará antes, lo que se explica porque el ajuste en salarios y precios no es suficiente para compensar la caída de la demanda externa. En el caso de EE UU sería más bien a largo plazo, porque sufriría más por una reducción de los retornos de capital. El FMI señala, además, que incluso si se redujera el déficit comercial entre los dos socios, “no habrá un cambio económico significativo en el equilibrio comercial multilateral que tenga cada país”.

A partir de ahí abre el objetivo y mira lo que pasaría con los países que se ven en medio del fuego cruzado. La consecuencia inmediata es una redistribución de los flujos comerciales. Sus exportaciones hacia EE UU se incrementarían a expensas de China. Al mismo tiempo, importarían más bienes intermedios chinos. El efecto, por tanto, sería por lo general positivo, con México y Canadá como principales beneficiarios por su proximidad y sus lazos.

Daño al campo

En cuanto al impacto en el crecimiento, las variaciones serían modestas. Es más, en el corto plazo tenderían a ser más bien positivas para sus socios de la zona de librecambio norteamericana porque se produciría una expansión de la producción. Si la distorsión persistiera en el largo plazo, los efectos serían ligeramente negativos para todas las regiones salvo la norteamericana, debido a la reducción en los retornos de capital.

Por sectores, sin embargo, las repercusiones son más drásticas. La contracción se notaría especialmente en los productos electrónicos y otros sectores manufactureros en China. El agrícola, uno de los hervideros del voto de Trump, y el equipamiento para transporte serán los más afectados en EE UU por una escalada de la guerra comercial. Eso se traducirá en una pérdida de empleo que en el caso estadounidense equivaldría al 1% de la mano de obra en esos sectores.

Los obstáculos al comercio no solo distorsionan el sistema internacional de intercambios, también afecta al empleo o la productividad

La industria de la electrónica y la maquinaria representan una quinta parte de las importaciones mundiales. El FMI proyecta que China podría dejar de ser el mayor exportador a EE UU. Ese trozo de la tarta se lo disputarían Canadá, México y países asiáticos como Corea del Sur y Japón. Por este motivo, señalan, atajar el déficit por la vía bilateral no da resultados.

Sensibilidad

El análisis del FMI desmonta así toda la lógica que hay detrás del litigio y sirve de advertencia a quienes se vean tentados a seguir el camino del proteccionismo. Los obstáculos al comercio no solo distorsionan el sistema internacional de intercambios, también afectan al empleo o la productividad. El grado de integración de las cadenas de suministro en las últimas dos décadas, explica, ha elevado la sensibilidad a los cambios en los aranceles y amplificado sus efectos.

El organismo considera que los políticos se equivocan cuando afirman que los déficits son resultado de la distorsión que generan los aranceles bilaterales. “El impacto es pequeño comparado con los factores macroeconómicos”, apuntando a la política fiscal, los ciclos de crédito, los subsidios o las políticas de cambio. En el caso de EE UU y China estas fuerzas suponen el 95% del cambio en la balanza comercial. Pero eso no quiere decir que los aranceles no dañen a los países.

“La manera más eficaz de reducir un déficit es evitar los aranceles”, insistía la directora gerente Christine Lagarde en el discurso previo a la cumbre de primavera del FMI, “porque las barreras a los productos de un país solo desvían los flujos de comercio hacia otros países”. “Nadie gana”, concluye, al tiempo que aprovecha para defender una reducción de aranceles o de otros obstáculos por la vía multilateral. Confía, además, en que Washington y Pekín lleguen a un pacto.