Miró, Mallorca, hotel, fútbol y café
A ras del césped del estadio del Mallorca de son Moix, entre piernas y pelotas, aparece el nombre de Joan Miró y un dibujo. Figuran en una valla para publicitar en las gradas y por televisión el hotel Joan Miró Museum, de Palma. Este establecimiento, antes hotel Dalí, es temático, costumizado desde las toallas hasta los techos. Hay 28 obras gráficas firmadas —17 grabados y 11 litografías— y un centenar de reproducciones en vinilos. “Primer y único hotel Miró del mundo”, se dice.
El negocio queda frente el palacio de Marivent, en cuyos jardines se exponen 12 esculturas de Miró, fundiciones en bronce. Doscientos metros más arriba del hotel, en un desmesurado interior inmobiliario, está el que se denominó Territorio Miró. Es la fundación que el artista Joan Miró y su esposa, Pilar Juncosa, magnánimos, crearon y dotaron con sus propias posesiones de son Abrines y son Matet, con caserón, la finca, jardines, obras inconclusas y dos talleres.
La fundación Pilar i Joan Miró a Mallorca, desde los años 80, sumó el poder del alma y el rastro del artista con la arquitectura volátil de Josep Lluis Sert y luego la nueva ballena blanca de hormigón de Rafael Moneo. Recién todo se rebautizó Miró Mallorca: así está nominado con otro diseño gráfico y en Internet, sin el logo-grafiti. Ya no están en exhibición los óleos que dejó Miró en su taller —sin firmar y que legó al morir. Ahora, una vez rehabilitado el espacio Sert, se muestran copias; no son mirós auténticos, son reproducciones, por razones de conservación y seguridad, se alega.
En un hotel hay 28 obras gráficas firmadas y reproducciones en vinilos a centenares
La casa central del territorio, son Abrines —donde vivieron, desde los años 50 Pilar y Joan Miró durante tres décadas y que trazó su cuñado Enrique Juncosa— fue transformada por Toni Esteva y Tomeu Esteva por encargo del nieto menor y heredero del artista, Joan Punyet Miró. Los dos nietos mayores de Miró, David y Emilio Fernández, murieron. Punyet es, por la academia, la vida y el oficio, experto en Miró, poeta, novelista y personaje público.
Punyet lidera la gestión del legado, la presencia universal del artista, sus derechos, las acciones locales y la política de exposiciones internacionales de la gran obra repartida en colecciones punteras. Punyet encabeza el trust, la Sucessió Miró, con la alianza sigilosa de otra heredera, Lola Fernández (hija del extinto nieto Emilio Emi Fernández Miró) y con su hermano Teo Punyet, a quien tutela.
Joan Miró creó en 1974 el cartel de los 75 años del Barça y en 1982 pintó el del Mundial de España. Hizo cientos de carteles. En 1973, trazó un sol de Mallorca para el póster de Fomento de Turismo, y, antes de morir, en 1983, cedió el cartel de promoción española en el mundo, con una composición antigua y el nombre del país de aquel póster de los mundiales. Su imagen de marca turística seguirá usándose cuatro décadas más.
En un menú ‘suyo’ hay ‘Llampuga’ y gamba; él, sin embargo, llevaba en el bolsillo una algarroba
En 2015, los herederos de Miró anunciaron la renuncia ante el Estado a los derechos por la comercialización de ese logotipo, para “lograr la estabilidad patrimonial de las tres fundaciones” (Palma, Barcelona y la nueva del Mas Miró de Tarragona). Este año, el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto para que Turespaña continúe usando aquel logo de Miró como marca, acto oficial regulado con una subvención directa de 210.000 euros para el funcionamiento de la Fundación Mas Miró.
En Mallorca, Miró dilata su presencia y está en la calle, en Palma, con dos esculturas. En la Miró Mallorca quedan sus templos, detalles centrales en el Museu Juan March de Palma y en Es Baluard; otros, en la colección Serra de Can Prunera y del Tren de Sóller. Ya mismo, un nuevo hotel, el Naisa de Jaume Bauzá, de Cotesa Protursa, junto a la Jefatura de Policía en Palma, plantó a pie de calle un gran papel de Miró, y otro de Barceló, una cabra estampada.
En el hotel La Residència, de Deià, tal para cual, dos anomalías en la vulgaridad contemporánea, existe y se publicita una presencia sustancial de la obra de Miró. Hasta 33 grabados y papeles grandes decoran, ocupan, el restaurante llamado Café Miró, que se extiende hasta las terrazas de los jardines donde pivota una gran testa de bronce del artista. Sirven un Té Miró, a las 5 de la tarde, en tazas de porcelana con sus trazos.
Joan Punyet aseguró que ningún otro hotel del mundo tiene tantos mirós, y el chef de la casa, Guillermo Méndez, desde el restaurante El Olivo, propuso un “menú Miró, un viaje culinario visual, táctil y gustativo original y memorable”. Méndez aborda este otoño con llampuga, verderol, gamba, y un curioso helado boscoso: licor de palo con membrilla y setas rebozadas. Miró llevaba una algarroba en el bolsillo.