Trump convierte la celebración del 4 de julio en su propia fiesta patriótica
El 4 de julio es, además del Día de la Independencia de Estados Unidos, una de esas pocas festividades nacionales en un país con escasos días de vacaciones. La gente acude a ver los desfiles civiles por la mañana y se reúne alrededor de barbacoas hasta la hora de los fuegos artificiales, por la noche. Se dice feliz 4 de julio a todo el mundo como si fuera Navidad, por algo es el cumpleaños de la nación, y las banderas de barras y estrellas se encuentran por doquier. Es una jornada patriótica, pero no política, y el cambio introducido por Trump ha despertado muchas críticas, no solo por su protagonismo, sino por el despliegue de vehículos y aviones militares, algo poco común.
El presidente lo avanzó el pasado 24 de febrero como si estuviera anunciando una nueva temporada de The Apprentice, el programa de telerrealidad que presentaba: “¡Resérvense la fecha! El 4 de julio tendremos una de las mayores concentraciones de la historia de Washington DC. Se llamará ‘Un saludo a América’ y tendrá lugar en el Monumento de Lincoln. Grandes fuegos artificiales, exhibiciones, entretenimiento y un discurso de su presidente favorito, yo”, escribió en Twitter.
El magnate neoyorquino es un experto en espectáculo y con la campaña electoral recién echada a andar ha encontrado el momento idóneo para darse un baño —si no de masas— de poder, un lugar santo de la historia americana, que homenajea al presidente que acabó con la esclavitud y desde donde Martin Luther King pronunció su famoso “Yo tengo un sueño”. El del mandatario era un gran desfile militar desde que asistió al del día de la Bastilla, en París, el 14 de julio de 2017, invitado por el presidente Emmanuel Macron.
Trump se quedó embelesado y regresó con la ilusión de importar la idea. Pensó al principio en una gran marcha de las Fuerzas Armadas en Washington para el Día de los Veteranos del año siguiente, el 11 de noviembre de 2018, pero tuvo que dar marcha atrás por el coste —rondaba los 92 millones de dólares, casi todo a cargo del Departamento de Defensa—, aunque Trump culpó al ayuntamiento, demócrata. En Estados Unidos no hay tradición de desfiles militares, el último se realizó en 1991 para celebrar el final de la Guerra del Golfo, y un desembolso semejante no se entendió desde el propio Pentágono.
Finalmente, el republicano se ha conformado con un pequeño despliegue de tanques M-1 Abrams y vehículos armados Bradley traídos de Georgia, el vuelo de aviones de combate y música militar en el Mall. Varios legisladores demócratas han pedido información al Departamento de Interior por los costes ocasionados por toda la celebración. “El pueblo estadounidense tiene derecho a saber cuánto de su dinero se va a gastar en convertir el 4 de julio en, de facto, un acto de campaña electoral”, señalan en un comunicado el senador de Nuevo México, Tom Udall, del Comité de Interior y Ambiente de la Cámara alta, junto a otros cuatro legisladores. “Todas las informaciones indican que el presidente está planeando transformar un día de unidad en un día de vanidad, intenta usar el Ejército con propósitos políticos”, añaden.
Las fuerzas de seguridad de la ciudad se prepararon durante la semana para una jornada de riesgo. A la fiesta de Trump se unieron también sus detractores, como el grupo de activistas Code Pink, con una protesta convocada también en el Mall de Washington, donde sí tenían previsto sacar a desfilar uno de esos globos gigantes con forma de un Trump bebé que tan famosos hicieron los manifestantes de Londres. El grupo supremacista Proud Boys también había planeado asistir en apoyo del presidente.
“¡Voy a hablar en nombre de nuestro gran país”, avanzó Trump por la mañana. El acto tiene lugar en plena polémica por las malas condiciones de los centros de detención de inmigrantes en la frontera sur y en una etapa de gran polarización política. The Washington Post recordaba esta semana una de las últimas veces que un presidente quiso dar un discurso un 4 de julio: fue Richard Nixon —no en persona, sino a través de una grabación— en plena contestación por la Guerra de Vietnam y acabó en disturbios.