Un balde de agua fría para Netflix
El champán comenzó a correr y la sorpresa seguía allí. En la exclusiva fiesta en el Governors Ball, la reunión de los ganadores de los premios Oscar organizada por la Academia la noche del domingo, no se hablaba de otra cosa. Green Book fue el caballo negro, el tapado de la noche, al vencer a la favorita, Roma, de Alfonso Cuarón. ¿Cómo había sucedido eso? Uno de los cotilleos más repetidos en el salón fue la airada reacción de desaprobación que hizo el director de Blackkklansman, Spike Lee, cuando oyó a Julia Roberts nombrar la película de Peter Farrelly. “Fue una mala decisión del juez”, dijo a los periodistas minutos antes el ganador del Oscar por mejor guion adaptado.
Hollywood ya ha cambiado y la fiesta era prueba de ello. En el centro del salón, el poder latino de la industria del entretenimiento gravitaba alrededor del chef español José Andrés. El dueño de The Bazaar, su restaurante en Los Ángeles, sostenía un gigantesco plato de jamón. De él comían con gusto el director de la filarmónica de la ciudad, el venezolano Gustavo Dudamel, quien dirigió la orquesta en el segmento de In Memoriam; y el mexicano Diego Luna, quien había presentado la nominación a mejor película de Roma junto al cocinero asturiano radicado en Washington. En la fiesta aún resonaban las palabras que Luna había dicho en castellano en el escenario del Dolby Theater: “Ya nos abrieron la puerta y no nos sacan de aquí”.
La iluminación era tenue y entre las mesas, donde las estatuillas doradas resaltaban sobre los arreglos florales, desfilaban camareros con bocadillos de wagyú y otros canapés. Rami Malek, el ganador del Oscar por su interpretación de Freddie Mercury, agitaba una botella de champaña y Mahershala Ali se dejaba fotografiar con quienes se lo pedían. El dj de la ceremonia era Questlove Thompson, el músico de la banda de rap The Roots, quien pinchaba reguetón y Despacito para poner ambiente a la noche.
Fue allí donde algunos integrantes de la Academia contaron su versión de lo que había sucedido minutos antes en el Dolby Theater. Algunos de los miembros que votaron por Roma afirmaron que el Oscar a la mejor película había sido un claro mensaje de la industria a Netflix, el gigante del streaming que había hecho una gran apuesta para conquistar la edición 91ª de los premios con la cinta de Cuarón. El gran artífice del sorprendente triunfo de Green Book habría sido Steven Spielberg, dos veces ganador del Oscar, quien utilizó su poder en Hollywood para hacer campaña en favor de la película interpretada por Viggo Mortensen y Ali.
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El director de La lista de Schindler ha sido un gran defensor de la película, a la que ha considerado la mejor “buddy movie” desde Butch Cassidy and The Sundance Kid. Peter Farrelly ha reconocido públicamente la ayuda que tuvo de Spielberg para conseguir distribuidor. La noche del domingo, al recoger el premio a la mejor película, el nombre de Spielberg estaba a la cabeza en la lista de agradecimientos de Farrelly.
Ese momento y ese discurso impactaron con fuerza en la ciudad. El mensaje llegó con claridad al número 9200 de Sunset Boulevard, al oeste de Hollywood, donde Netflix celebró su fiesta de los Oscar. “Fue un balde de agua fría”, comentó a este periódico uno de los presentes en el evento. Casi todos allí dieron por hecho que Cuarón conseguiría la mejor película minutos después de haber recogido su tercer Oscar de la noche por su trabajo como director. “Era un ambiente inmejorable”. Fue un golpe anímico para muchos en aquella celebración en el Soho House, un exclusivo club privado ubicado en un penthouse cuyas vistas tienen a sus pies toda la ciudad californiana.
La alegría fue volviendo al cuerpo conforme avanzó la noche. Alfonso Cuarón llegó a la fiesta de Netflix, donde fue fervorosamente celebrado por haber logrado un nuevo hito para la cinematografía mexicana: el premio a la mejor película extranjera, que se le había negado a Guillermo del Toro con El laberinto del fauno. También se abrazaban ante las cámaras Yalitza Aparicio, quien fue acompañada de su madre a la gala, y Marina de Tavira. Los más felices, sin embargo, eran los del equipo de Period. End of sentence, ganadores del mejor corto documental por una historia de cómo las mujeres en India luchan por acabar con los prejuicios alrededor de la menstruación.