Democracia versus democracia

Abraham Lincoln tenía toda la razón cuando declaró que “la democracia es el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. En México, en el siglo XIX, una parte del pueblo estaba impedido de votar, como los analfabetos, al igual que quienes no hubieran pagado impuestos, los presos, además de las mujeres, a las que se les suponía manipuladas políticamente por el clero católico debido a su supuesta debilidad espiritual.

En nuestros días, cualquier ciudadano que intentara limitar el acceso a las urnas de ciertos electores, sería etiquetado, con justa razón, como un auténtico troglodita, enemigo del progreso, de la civilidad y del más elemental respeto a los derechos humanos.

¿Qué fue lo que aconteció en México en las elecciones del 1 de julio del 2018? Un electorado harto de la putrefacción política en la que sumió al país la pandilla encabezada por Peña Nieto, además de la pavorosa inseguridad urbana y de la expansión temeraria de las masas marginadas, concurrió a las urnas movido por un sentimiento de venganza y de coraje, que impidió una sensata reflexión para decidir sin desquiciamientos emocionales, cuál era la mejor opción para el futuro de la patria. La rabia y la desesperación ocuparon el espacio de la razón, y el desastre ya se vislumbra desde cualquier atalaya para prever el destino inmediato de México.

Al día de hoy, después de haber luchado durante siglos por erradicar al Gobierno de un solo hombre, el pueblo furibundo votó por volver a instalar precisamente el Gobierno de un solo hombre, con lo cual dimos otra vez marcha atrás a las manecillas de la historia. López Obrador, jefe del Ejecutivo, también domina el Congreso de la Unión gracias al voto de un pueblo obnubilado, de la misma forma en que aquel ya dicta de trasmano sentencias de la Suprema Corte de Justicia y empieza a controlar a la inmensa mayoría de los gobernadores de la Federación y a las organizaciones públicas autónomas. Solo quien esté ciego o no quiera abrir los ojos se negará a advertir la presencia de una nueva dictadura en Norteamérica en pleno siglo XXI. Un absurdo político y social ya ha hecho que Trump frunza el ceño…

El pueblo, harto de tanta desigualdad, creyó candorosamente que al elegir a AMLO surgirían fuentes de riqueza, empleos y bienestar, sin embargo, las decisiones suicidas del nuevo presidente mexicano agudizarán el empobrecimiento, como ya está aconteciendo, a una velocidad sorprendente e inesperada. En el mes de diciembre pasado se perdieron 400.000 empleos, se enterraron más de 150.000 millones de pesos en un aeropuerto promisorio, cancelando los inmensos beneficios de la conectividad aérea en materia de turismo y carga; se deprimió la inversión pública y la privada, se desplomó la bolsa de valores, se estimuló la fuga de ahorros al exterior; los capitalistas extranjeros ya buscan más certeza para sus recursos, mientras que las calificadoras internacionales castigan a México como un país riesgo con los consecuentes incrementos en las tasas de interés que significarán erogaciones gigantescas para el erario, cuyas limitaciones complicarán el rescate de los más necesitados que concurrieron a las urnas con la esperanza de ser rescatados de la pobreza. Es imprevisible la reacción de nuestros compatriotas ante la presencia de una nueva debacle social.

La muerte de la democracia por la democracia está presente en nuestro país. ¿La solución consistía en impedir que los millones de desesperados votaran una vez superado un examen de conocimientos políticos y económicos y de equilibrio emocional? ¡Imposible! Los venezolanos ya habrán aprendido una costosísima lección y, una vez derrocado Maduro, serán mucho más cuidadosos en sus decisiones futuras para no volver a comprometer a su país en una dictadura de cualquier signo. Tendrán que distinguir entre las palabras empalagosas y la verdad escondida detrás de ellas. Si México termina en una dictadura, tal y como ya se proyecta en ese sentido, los mexicanos, después de haber asistido a la destrucción de nuestro país, tendremos que pagar también el dolorosísimo costo del aprendizaje por no haber descubierto a tiempo la verdad oculta en las promesas ingrávidas y engañosas en este caso de AMLO, un líder político perverso, resentido y manipulador…