En una de las carpas del albergue de la caravana migrante en Ciudad de México, Juana cuenta somnolienta una historia de terror. Juana es un nombre falso, el verdadero permanecerá oculto para proteger su identidad. Medio echada sobre una colchoneta roja, rodeada de cientos de personas acostadas en sus propias colchonetas, recuerda lo ocurrido la tarde del sábado 3 de noviembre, los hombres armados, las mujeres, los niños.
«Yo estaba en la esquina del albergue en Ciudad Isla (Veracruz). Estaba esperando a mi hermano, veníamos de Sayula. Entonces vi una camioneta negra cerca de la puerta del albergue. Se bajaron dos hombres, uno por lo menos llevaba un arma. Se llevaron a dos mujeres y tres niños que estaban ahí. Uno de los niños era un bebé. Las mujeres se miraban como de 24 años». Juana, que tiene 17 años y viaja junto a su hermano, dice que no las ha vuelto a ver.
Su testimonio se suma al de otros, que han denunciado estos días secuestros o intentos de secuestro, desapariciones de familiares y amigos y golpizas. Todos en el tramo entre Ciudad Isla y Puebla.
En otra de las carpas del albergue está Wilfred, nombre falso también. A las 10 de la mañana del domingo, recuerda, él y sus dos amigos llegaron a la salida de Isla. Wilfred y ellos venían juntos desde San Pedro. Desde la misma colonia. En la salida de Isla, los choferes de tres camiones se ofrecieron a llevarlos a Córdoba. El joven dice que se subieron como pudieron, él a un camión y los otros a otro. Había mucha gente. La idea era reencontrarse en Córdoba y de allí buscar la manera de seguir juntos. Pero ya no los vio. Han pasado cuatro días y no sabe nada de ellos. «Los mensajes que les he mandado no les llegan y sus familias allá en Honduras tampoco se han comunicado con ellos», dice. Wilfred descarta que hayan seguido camino sin él. «Ellos son muy pacientes y venían en la caravana, todos en la caravana».
Aparte de la desaparición de sus amigos, su viaje estuvo plagado de incidentes. «Me asusté mucho», cuenta. «El chofer no paró en Córdoba como nos había dicho, sino afuera de la ciudad y ahí nos quería dejar, pero le convencimos para que siguiera. Luego paró en mitad de la carretera y dijo que se había quedado sin diesel. Está raro, ¿no? Si eres chofer y llevas carga, tienes diesel. Ahí nos pidió a un grupo que fuéramos por diesel, pero nadie quería y al final fue un muchacho. Al rato, el muchacho volvió llorando. Dijo que le habían agarrado unos hombres y le habían pegado. Volvió bien espantado. Al final nos fuimos porque nos pusimos bravos con el chofer. Luego volvimos a parar y ya bien asustados, era como de noche. Tuvimos suerte que pasó una patrulla y le hizo fotos y le tomó los datos al chofer. Eso nos salvó, yo creo». De ahí, cuenta, ya les llevó a Ciudad de México.
Luego está el caso de los dos presuntos camiones de migrantes desaparecidos. La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México sacó un comunicado este jueves en referencia al asunto: «Hemos recibido información sobre un grupo de personas migrantes que habrían abordado dos buses aparentemente no identificados en el estado de Puebla y cuyo paradero sería desconocido. Se nos ha informado que estos hechos ya fueron denunciados ante la Fiscalía General de dicho Estado. La ONU-DH ha estado en contacto con las autoridades federales y estatales para conocer el avance de las investigaciones y el esclarecimiento de los hechos».
EL PAÍS contactó a una de las voceras de la fiscalía de Puebla para saber cuántas denuncias cuenta y si hay algún avance en la investigación. Si se trata de un caso verídico o una falsa alarma. La vocera no ha contestado.
Desde el sábado, la presunta desaparición de los dos autobuses ha llegado a varios medios locales y nacionales. Ese mismo día, el defensor del pueblo del Estado de Oaxaca, Arturo Peimbert, que ha acompañado a los migrantes durante buena parte del camino, insistía en el caso y situaba los hechos entre Tierra Blanca y Puebla. Este miércoles, ya en Ciudad de México, el ombudsman se reencontró con varios de los migrantes que se habían acercado a él durante el camino, denunciando esta situación. Norma, también nombre falso, recordaba por ejemplo que su grupo salió de de Isla caminando. Eran como unos 20 y no podían pagar los 150 pesos que pedían los camioneros. De repente, a la altura de Tierra Blanca, vio como un camión paró junto a otro grupo, unos metros por delante del suyo. Vio gente armada. Vio cómo obligaban a la gente a subirse al camión. Y luego recuerda salir corriendo.
Gina, otra de las migrantes que se encontraron con Peimbert ya en Ciudad de México, cuenta: «Queríamos llegar rápido y pagamos los 150 pesos. Subimos al camión y nos fuimos. Ya cuando llegamos por Tierra Blanca, el chofer dijo que teníamos que dar 50 pesos más. Le dijimos que no teníamos. Entonces él agarró por Tierra Blanca y ahí por un puente, aparecieron ocho hombres encapuchados. Vino esta señora y dijo que ya los había vendido a todos».
Peimbert grabó el testimonio de Gina en video este miércoles en el albergue. El ombudsman explica que la señora de la que habla viajaba en la cabina con el chofer. Cuando se desviaron a Tierra Blanca y llegaron junto a los encapuchados, ella les habría informado de cuánta gente iba en el camión. Al parecer, dos patrullas llegaron. Y entonces el camión salió de allí, rumbo a una gasolinera. El testimonio de Gina es bastante confuso, aunque dice que finalmente, cerca de la gasolinera, cuando supuestamente iban a cambiarles de vehículos, ella y su familia lograron escapar.
La región sur de Veracruz es una de las más peligrosas del estado. Mafias locales extorsionan a los migrantes que viajan por allí a la frontera norte. Durante años, muchos elegían esa ruta: por allí pasa el famoso tren de mercancías conocido como La Bestia. Por años, miles de migrantes cubrieron parte del trayecto en el techo de los vagones.
Pero no son solo las mafias locales. Hace dos años y medio, el nombre de Tierra Blanca llegó a las portadas de los periódicos, después de que policías estatales secuestraran a cinco jóvenes que volvían de pasar el fin de semana en el Puerto de Veracruz. Los policías los entregaron a integrantes de un grupo delictivo. Los mataron y deshicieron sus cuerpos.