‘Narcos México’: Una reina entre los señores de la droga
Lleva las uñas rojas y largas, tacones de más de 10 centímetros, el carmín intacto y unos vestidos adheridos a unas curvas que marean. Ella es Isabella Bautista, el nombre que han decidido otorgarle los productores de Netflix —por una cuestión de derechos— a Sandra Ávila Beltrán, conocida en medio mundo como la Reina del Pacífico. La única mujer entre los fundadores del imperio de la droga en México, la gran relaciones públicas del narco, criada en los códigos de un mundo controlado por hombres duros, despiadados, con una historia que la ha elevado a leyenda y que revive en Narcos México a través de la actriz oaxaqueña Teresa Ruiz (Santiago Matatlán, 1988). La plataforma ya ha anunciado una segunda temporada.
Ruiz interpreta a una joven Sandra en los inicios del negocio. Interpretar a la Reina del Pacífico, únicamente valorada por su físico, no le fue fácil, «con lo que ella fue», señala la actriz. Su personaje es continuamente humillado y reducido a su aspecto: «Llévatela a Colombia. A los colombianos les encanta un culo redondo», llegan a decir de ella en un momento de la serie. Ruiz reconoce haberse identificado tanto con su personaje que dejó de hablarle a Diego Luna (que hace del capo Miguel Ángel Félix Gallardo) en los descansos de rodaje.
Pregunta. ¿Qué importancia tiene que un personaje femenino aparezca entre los fundadores del narco mexicano?
Respuesta.Narcos ha sido una serie que se ha dirigido mucho a los hombres y que ha contado sus historias. Las mujeres que aparecían eran sobre todo las novias, amantes o esposas que lloraban por su marido criminal. Sí hubo mujeres narcotraficantes en Colombia, pero la historia se centró mucho en Pablo Escobar. Y cuando hacen la temporada de México se dan cuenta de que había un conjunto de personajes estrafalarios que conformaron esta federación y entre ellos reconocen el personaje de Sandra, exploraron a fondo sobre su vida y les interesó mucho.
P. ¿Y a usted qué fue lo que más le cautivó de su historia?
R. Me atraía mucho esta mujer tan exagerada en todo: las joyas, las uñas, la buchonalidad [mujeres que se mueven en el mundo del narco] y el carácter rudo de una mujer sinaloense. Allá son muy entronas y muy trabajadoras. Que siempre andaba en un mundo de hombres y se sentía cómoda sin perder esa feminidad, esa idea de explorar el poder a través de la sensualidad. Muchas veces ves personajes, a menudo escritos por hombres, donde la mujer o es guapa o es lista, o es fuerte o es la esposa. Ella tenía todo.
P. Pero en la serie se muestra también muy vulnerable.
R. Justo que eso fue una aportación muy bonita de uno de nuestros directores, Amat Escalante. Porque juega con la idea de lo que ella era y lo que llegó a ser, la Reina. Pero nosotros comenzamos cuando ella es muy jovencita y todavía no tiene su imperio. Y la exploración de esa mujer en ese contexto de los ochenta, del conflicto que realmente implicaba meterte en un mundo de hombres y querer sobresalir, mientras todos ellos te atacan. Los actores tenían la dirección de humillarme y yo de mantener esa vulnerabilidad. Porque así era la realidad. Creo que ha sido un error muy grande de las demás ficciones pintarla como extremadamente fuerte. Las mujeres que trabajamos y queremos una vida propia sufrimos mucho y llegamos a la casa y lloramos y es un conflicto verdadero. Nos interesaba mucho, sobre todo a Amat, que no se perdiera la realidad del conflicto interno que esta mujer va llevando y cómo se sobrepone a los golpes.
P. En la serie parece que solo les interesa por su cuerpo, quien no la reconozca como La Reina del Pacífico puede pensar que era un mero acompañamiento de los narcos. ¿Le molestó como mujer interpretar esas dinámicas?
R. Sí, sí, me molestó muchísimo. Yo me peleaba con los escritores al principio, hasta que entendí que es mucho más importante conseguir provocar esa rabia en el espectador que idealizar un personaje. He visto muchos comentarios en redes de mujeres que cuentan cómo viven algo así en su día a día y creo que en ese sentido es muy exitoso.
P. ¿Qué escena le molestó más?
R. En la que salimos de una reunión y uno de los personajes dice: «Llévala, a los colombianos les encanta un culo redondo».Y al salir, Félix [Gallardo] me dice: «Oye, ¿sí deberías venir, no?». Y ahí, mirarlo bonito y responderle suavecito: «Lo que tú digas Félix…». Incluso cuando la veo ahora me enfado. Hay otra escena en la que Félix me dice: «Tú vas a agarrar lo que yo te de o te vas a quedar sin nada». En ese momento yo pensaba: «Pero si eres tú el que no tiene nada».
P. ¿Se identificaba hasta ese punto con el personaje?
R. Muchísimo, muchísimo… La línea se borró. Esas escenas me molestaban tanto que había días que no le hablaba a Diego [Luna]. Y el otro así de: «Oye, ¡esta loca!»—ríe recordándolo—. Pues es que yo también, hasta cierto punto, aprendí a través de los años a utilizar mi propio físico, mi sensualidad como mujer, y no es que esté mal, pero sin querer entras en esa dinámica machista. Ellos también usan su seducción, solo que no los juzgan cuando utilizan sus recursos para conseguir lo que quieren. A nosotras nos llaman trepadoras.
P. ¿Cree que se da esa imagen de una mujer trepadora de La Reina del Pacífico?
R. No, creo que no llego hasta ahí. Es incluso más triste. Muchos la ven como una mujer inútil: «Ella no hizo nada, nomás está guapa». Pero si te das cuenta, en la serie hay muchísimos personajes que no hicieron nada, solo fueron hombres y les dieron una plaza…—Se ríe. Se percata de que se ha identificado demasiado con su papel y que lo defiende incluso con la misma jerga del narco—.
P. ¿Qué papel diría que tuvo Sandra Ávila en el desarrollo del cártel de Guadalajara?
R. Fue una visionaria, fue de las primeras en darse cuenta de que la marihuana iba a llegar hasta cierto punto y que la cocaína iba a expandirse más. Ella tenía esas conexiones con Colombia, de hecho, uno de los apodos era La conexión colombiana. Muchos también la llamaban «la relaciones públicas del narco». Y muchos otros no valoraron su poder, pero sin ella, ¿cómo se hubieran conocido todos?