Muchos de los participantes en la negociación del nuevo Tratado de Libre Comercio (TLC) del lado mexicano se querrán apuntar un tanto en la consecución del pacto. La cercanía entre el canciller, Luis Videgaray y el yerno de Trump, Jared Kushner, ha sido clave para mantener vivas las negociaciones en medio de los permanentes ataques y el menosprecio del inquilino de la Casa Blanca a su vecino del sur. La perseverancia y la capacidad de negociación del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ha sido celebrada por sus homólogos. Hasta Enrique Peña Nieto, en los estertores de su mandato, podrá vanagloriarse de que logró, finalmente, un nuevo pacto comercial con Estados Unidos. No obstante, si hay un político en México que tiene motivos para estar contento con el nuevo acuerdo es el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.
El futuro mandatario tomará posesión del cargo el próximo 1 de diciembre, unas horas después de que su antecesor, Enrique Peña Nieto, firme el que se presupone su último acuerdo como presidente de México, en Buenos Aires, en el marco del G-20, junto a Trump y Trudeau. Después, deberá ser ratificado por el Senado mexicano, donde el partido de López Obrador, Morena, cuenta con el poder absoluto en las dos Cámaras.
Los motivos de celebración para López Obrador son múltiples. Tras la victoria de López Obrador el 1 de julio, el presidente electo incorporó a un hombre de su confianza, Jesús Seade, a las negociaciones que encabezaban Guajardo y Videgaray. Con su llegada, se aceleraron las conversaciones ante la certidumbre de que el futuro mandatario estaba convencido de lograr un nuevo acuerdo.
De esta forma, López Obrador comenzará oficialmente su mandato sin uno de los mayores obstáculos para un presidente de México, como es la negociación del acuerdo comercial con Donald Trump. El político mexicano evitará, así, los permanentes encontronazos con los que el presidente de Estados Unidos ha acostumbrado a Peña Nieto y a los mexicanos durante los 13 meses de negociaciones del nuevo TLC.
El cruce de halagos, diplomáticos pero halagos al fin y al cabo; de mensajes bienhallados entre López Obrador y Trump auguraría un nuevo paradigma en las relaciones entre los presidentes de México y Estados Unidos, si no fuera por la volatilidad de ambos mandatarios, especialmente de Trump. En el caso de López Obrador, ha insistido en que no quiere discutir con su homólogo, ni siquiera por el muro fronterizo que Trump ha prometido hasta la saciedad levantar entre ambos países.
«Espero que se mantenga una buena relación con el Gobierno de Estados Unidos, y convencerlos de que el problema migratorio no se resuelve construyendo muros ni con el uso de la fuerza, pero es una labor diplomática, de respeto, no vamos a pelearnos con el Gobierno Estados Unidos, no nos vamos a pelear con el presidente Donald Trump», comentó hace unas semanas en un acto en el norte del país, sin entrar a valorar qué hará en caso de que Trump continúe con su propósito de vallar la frontera con México.
El encargado de lidiar y apagar los fuegos a partir del 1 de diciembre entre la Administración Trump y el Gobierno de México será el futuro canciller, Marcelo Ebrard, a quien su antecesor, Videgaray, agradeció el trabajo en los últimos meses. Ebrard, ha acompañado las conversaciones y ha sido el hombre clave del futuro mandatario, a quien Justin Trudeau pidió que intercediera con Trump para facilitar un acuerdo trilateral como el que finalmente se ha logrado.
El canciller mexicano, Luis Videgaray, ha expresado en España, donde se encuentra de visita, su satisfacción por el acuerdo con Canadá para que se incorpore a la nueva versión del TLC, acordado entre Estados Unidos y México, informa Miguel González. Videgaray ha asegurado que el acuerdo será «muy bueno para la región y, por supuesto, para nosotros» y se ha mostrado especialmente orgulloso de que pueda ser firmado por el actual presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, antes de dejar el cargo, el próximo 1 de diciembre.