Para su quinta edición, los organizadores de los Premios Fénix eligieron colocar en el escenario un gigantesco andamio. El objeto, que guardaba entre sus niveles a la orquesta de la noche, podría representar el momento actual de la industria cinematográfica de América Latina: una obra en construcción. Los creadores de la región han sabido alzar la voz más allá de los obstáculos que se les imponen como los recortes a las ayudas culturales, las dificultades de conquistar audiencias y canales de distribución y, más recientemente, el ascenso de la derecha en algunos países. A pesar esto, los cineastas iberoamericanos se han reunido a celebrar el impulso vital de sus relatos en una noche que dio un sorpresivo triunfo a Pájaros de verano, la película colombiana dirigida por Cristina Gallego y Ciro Guerra.
Las mujeres han sido protagonistas en una gala que ha reivindicado el pujante movimiento en favor del aborto en Argentina. Cientos de pañoletas verdes con la leyenda “aborto legal para no morir” se regalaron a las y los asistentes a la ceremonia en el corazón de Ciudad de México. El color alumbró el teatro de La Ciudad después de que la rapera chilena Ana Tijoux cantara Antipatriarca. “No voy a ser la que obedece porque mi cuerpo me pertenece, yo decido de mi tiempo como quiero y donde quiero”, cantó Tijoux acompañada con la mexicana Jessi Bulbo. El gesto ha unido a un sector combativo en favor de las libertades de las mujeres en un momento que prepara nuevas batallas legislativas en países de la zona, como México.
Pájaros de verano se ha convertido en la gran ganadora de la noche en una ceremonia que se perfilaba para consolidar la leyenda de Lucrecia Martel como la gran figura del cine independiente latinoamericano. Pero la producción argentina, que cuenta con el respaldo de Pedro Almodóvar, solo se quedó con premios técnicos: fotografía, diseño de arte, sonido y edición. El premio más importante de la noche ha ido a parar a manos de dos cineastas que conocen bien el escenario de los Fénix: los colombianos Guerra y Gallego. La pareja creativa recogió aquí hace tres años el premio a mejor largometraje por El abrazo de la serpiente.
La película, una coproducción con México, Dinamarca y Francia, relata el origen del narcotráfico en Colombia a finales de los años 60. Los directores se enfocaron en cómo el auge en la demanda de la marimba (marihuana) en Estados Unidos descompone la dinámica del pueblo Wayú en la región de la Guajira, en el Caribe colombiano. La lucha de dos familias por el contacto para enviar la yerba al norte hace escalar la violencia en una zona dominada por los usos y costumbres. Carmiñe Martínez, una actriz de esta etnia, también ganó el premio por su interpretación como la matriarca del clan. «Este es un premio para las mujeres poderosas. Es un reconocimiento a una sociedad matriarcal que tiene mujeres muy fuertes en muchos aspectos», dijo la directora al agradecer su huevo.
El joven actor Lorenzo Ferrero, de 19 años, consiguió el Fénix a mejor actor por su interpretación en El Ángel, una película sobre Carlos Robledo Puch, el multiasesino más famoso de Argentina. Con desparpajo adolescente, Ferrero subió al escenario vestido con un traje negro que tenía una X blanca cruzada sobre el pecho, pidió a Paz Vega que le sostuviera su premio, agradeció a los compañeros que viajaron a México “por el aguante”. Y soltó un breve epíteto aprovechando que estaba en tierras mexicanas: “Fuck Trump!”.
En un lustro, los Fénix han revelado el cine en varios países y descubierto regiones poco exploradas. En esta ocasión tocó el turno a Paraguay, un país en el corazón de Sudamérica que solo estrenó tres películas nacionales en 2018. Una de ellas, Las Herederas, ha sido un éxito en festivales narrando la historia de Chela y Chiquita, una pareja de lesbianas que vive el asfixiante clima conservador de la clase acomodada de Asunción. Su director, Marcelo Martinessi, ha conseguido el premio de mejor director con su ópera prima. En pocos días, se ha convertido en una de las figuras a seguir después de recibir un reconocimiento de Netflix por su trayectoria prometedora. Sobre el escenario, el director dedicó el premio a aquellos artistas que no pudieron filmar en su país “por culpa del autoritarismo y la barbarie” durante la dictadura de Alfredo Stroessner.
Netflix y Fox se reparten los premios de series
Los Fénix premiaron por segundo año consecutivo las series. Si en 2017 resultó sospechoso a más de uno que Netflix haya arrasado en las categorías en un evento en el que era patrocinador, ahora hubo un reparto cercano a una decisión ex aequo del jurado de Cinema 23. La casa de papel, el fenómeno sobre un golpe a la fábrica del dinero en España, se convirtió en un acontecimiento mundial. Ahora, los cineastas latinoamericanos han avalado el fenómeno de esta producción de la cadena española Antena 3 (que agarró fama internacional en Netflix) al nombrarla serie del año.
Aquí en la tierra, una ficción sobre la corrupción política en México, de Fox, fue el único reconocimiento para México en unos premios donde este país suele irse con las manos vacías. La serie obtuvo mejor ensamble actoral, una categoría que suena más a premio de consolación, pero que conectó con los locales al reunir sobre el escenario afamados actores como Gael García Bernal, Daniel Giménez Cacho, Tenoch Huerta, Sofía Sisniega y Alfonso Dosal.
Giménez Cacho aprovechó el premio para decirse un orgulloso chilango, pues la capital mexicana ha acogido a la caravana migrante de hondureños en su camino al norte. «Esta ciudad, por ley, es refugio. Está obligada a darles un trato digno. Es un momento donde la autoridad y la sociedad civil deben trabajar juntos.
En una región golpeada por la violencia y la pobreza, fue Martinessi quien resumió una de las pocas cosas que no sufren en esta región del planeta. «Al cine latinoamericano no le falta nada», sentenció.