Un terremoto llamado Yalitza Aparicio
Los periodistas ya no son bienvenidos en Tlaxiaco. Decenas de reporteros peregrinan durante semanas a este pueblo de Oaxaca en busca de los orígenes de Yalitza Aparicio, la maestra rural indígena que se ha convertido en un fenómeno por su trabajo en Roma y la nominación al Oscar a mejor actriz protagonista. Un enjambre de entrevistadores persiguió al padre de la actriz hasta que este casi chocó con su coche. La abuela de Aparicio —de la etnia triqui y no habla castellano—, fue acorralada para arrancarle una entrevista. Un tipo se hizo pasar por un novio de juventud de la actriz para cobrar 500 pesos (25 euros) por testimonios inventados. La prensa alteró la vida de esta región humilde al sur de México.
El abrevadero de este cuento de hadas de los 15 minutos de fama se ha secado. Hace unas semanas, el director Alfonso Cuarón exigió enérgicamente a los periodistas dejar en paz a la madre de Yalitza y a sus tres hermanos. La bronca, en una de las decenas de alfombras rojas por las que la producción ha pasado, fue seguida de un escueto comunicado de prensa. “Les pedimos muy atentamente que respeten la privacidad de nuestra familia durante este momento tan emocionante”, solicitaron los Aparicio Martínez.
Tlaxiaco ha cerrado las puertas a los cronistas de ese milagro cinematográfico que catapultó a una joven de 25 años, hija de una indígena triqui y de un padre ausente, a la fama mundial y a un reconocimiento que antes solo ha sido acariciado por tres mexicanas: Salma Hayek (Frida, 2003), Adriana Barraza (Babel, 2007) y Katy Jurado (Lanza rota, 1955), las dos últimas en la categoría de mejor actriz de reparto. Decenas de revistas, desde faros de la moda como Vogue y Vanity Fair hasta publicaciones de la industria como The Hollywood Reporter y The Wrap han contado cómo Aparicio pasó de ser una estudiante de una escuela normal de Putla (Oaxaca) al objeto de deseo del director de casting Luis Rosales.
El semanario mexicano Proceso describe el ritmo que Aparicio vivió durante dos años y medio. Estudiaba para ser maestra de preescolar de las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, cuando dejaba la escuela para trabajar un par de horas de mesera en un restaurante. Durante dos horas servía mesas a cambio de comida. A partir de las seis de la tarde ayudaba en la recepción de un hotel. Una jornada laboral de al menos 12 horas en las que apenas ganaba menos de cinco euros diarios.
El fenómeno de Yalitza Aparicio ha dejado una profunda impronta en México. Hace unos días, un vídeo de Sergio Goyri, un actor de telenovelas y películas de serie B, fue filtrado a las redes. Sin saber que estaba siendo grabado, Goyri discutía en un restaurante la participación de Aparicio en el drama de Cuarón, quien buscará su tercer Oscar este domingo. “¡Que metan a nominar a una pinche india que dice ‘sí, señora’, ‘no, señora’, y que la metan a la terna de mejor actriz del Oscar!”, dijo sorprendido a los otros comensales, también actores y productores. Este tipo de comentarios ha encontrado ecos en las redes sociales, donde se han reducido los logros de Aparicio. El insulto racista de Goyri, sin embargo, generó miles de reacciones que obligaron al actor a disculparse públicamente.
Cuarón consideró el episodio una muestra del arraigado clasismo y racismo que su película intenta combatir en el México actual. “Se debe crear una discusión de estas actitudes, en la parte legislativa, empresarial y de los medios, que han creado muy peligrosos estereotipos. Debemos discutir entre todos, en nuestras comunidades y en nuestras familias”, aseguró el director esta semana.
Porfirio Muñoz Ledo, el presidente de la Cámara de Diputados, comunicó el miércoles que Cuarón y Aparicio serán homenajeados en el Congreso traigan o no un Oscar de vuelta de la gala de Hollywood. El veterano político habló de cine y se atrevió a valorar lo que Roma ha hecho 70 años después de la época de oro del cine mexicano. María Candelaria, premiada en Cannes en 1946, se convirtió en uno de los primeros éxitos nacionales en el extranjero gracias a su protagonista, Dolores del Río, originaria de una familia de la alta sociedad de Durango y quien interpretaba a una nativa de Xochimilco. “No hubiera podido hacerse lo de Yalitza hace 50 años. ¡Tuvimos que disfrazar a los mestizos y a los criollos de indígenas! Ahora, para que reconozcamos que Yalitza es más bella que Dolores del Río falta un rato”, bromeó Muñoz Ledo. El comentario muestra que México ha comenzado a exudar algunos de sus fantasmas más profundos. Y todo gracias a una película en blanco y negro y una actriz que nunca antes se había puesto frente a una cámara de cine.