México: otro año más en el que no pudo ser
Los futbolistas mexicanos tocaron con los pies el pasto del edén cuando vencieron, con orden y armonía, a Alemania 0-1 en el Mundial de Rusia. Fue el triunfo del año, de la década, de su historia. Con idéntica exageración cayeron estrepitosamente contra una reaccionaria Suecia (3-0) y luego contra Brasil (2-0). Los octavos de final han sido su techo en los últimos años. ¿Qué más tiene que pasar para que puedan dar ese ansioso gran paso? ¿Ser el equipo revelación de cada cuatro años? El problema no está en el pie, sino en la cabeza.
En todo el año, México coleccionó nueve derrotas, un empate y seis triunfos .La oportunidad de cada cuatro años, el Mundial, permitía a toda una generación de jugadores presentarse ante las cámaras del mundo. Les vieron y se encontraron con Hirving Lozano, Carlos Salcedo, Jesús Gallardo y Edson Álvarez. Sangre nueva. El obstáculo radicó en los arcaicos problemas de mentalidad que les impidieron afianzarse como primeros de grupo, enfrentar a Suiza y después… Suposiciones y nada más.
El límite para el fútbol mexicano, ya costumbre en los últimos siete Mundiales, ha sido la ronda de los octavos de final. Con ese resultado y tras su desempeño terminaron en la decimosegunda posición en la Copa del Mundo, decimoséptima en el último ranking de la FIFA. Esos números lo alejan de un grupo selecto, de cambiar su reputación de eternos aspirantes a competidores.
El gran capitán Rafael Márquez se despidió del fútbol con su quinto Mundial jugado. Su aporte estratégico y motivacional. El pilar fue Juan Carlos Osorio, alguien poco entendido en su paso de tres años en México. Osorio se ganó a la plantilla con su rigurosidad en cada entrenamiento, en el orden dentro de la cancha y en el tiempo exacto para hilvanar jugadas al ataque. Dotó de responsabilidad a tres nóveles defensores para forzar el cambio generacional como lo son Álvarez, Gallardo y Salcedo. El poco tiempo con el seleccionado mexicano impidió a su método echar más raíces. Lo que no pudo del todo el entrenador colombiano fue sacarse de encima los gritos xenófobos y críticas exageradas que se ganó en el último trienio. Su decisión fue no renovar su contrato con la Federación Mexicana. Y así, de tajo, se volvió a cortar un ciclo.
En la tierra de Hugo Sánchez, lo que más escasean son los delanteros. Los únicos con reputación en Europa son Javier Chicharito Hernández, quien intenta mantener su sitio en el West Ham, y un perseverante Raúl Jiménez, quien ha encontrado su suerte en el Wolverhampton en Inglaterra. En la Liga mexicana los nueves agonizan por algunos minutos de juego, ya ni hablar de los goles. Los goleadores en divisiones juveniles como José Juan Macías, Ronaldo Cisneros o Rafael Durán caen en una espiral de suplencias en las que no terminan por salir.
Desde las oficinas de la Federación, han buscado un entrenador nacional desde julio pasado. Si no sucede una tragedia contractual, Gerardo Tata Martino, será el seleccionador desde 2019. El antiguo entrenador del Barcelona tendrá que confeccionar a toda una nueva plantilla que dejará de depender del liderazgo de Márquez. Los futbolistas con mejor rendimiento y síndrome de un buen momento en sus clubes son Héctor Herrera, el mediocampista que ha guiado al Oporto en la Champions League y en Portugal, e Hirving Lozano, uno de los productos de exportación del PSV Eindhoven. La gestión de Martino, como las de sus predecesores, tendrá que adaptarse a la larga lista de amistosos que deberán jugar en Estados Unidos y a la imposibilidad de jugar la Copa América de 2019. Lo único que les queda es jugar es la Copa Oro, un torneo en el que se han visto superados por la irrupción de Estados Unidos y Costa Rica.
El fútbol de México, tan fracturado, tendrá que reiniciar la máquina publicitaria de ilusiones sobre su selección absoluta para creerse que pueden superar los octavos de final en un Mundial. La espera será larga.