Las olas de calor en junio: cada vez más frecuentes, pero no excepcionales

En la ola de calor que comienza este miércoles en buena parte de la península Ibérica y Baleares se van a alcanzar temperaturas extremas para junio. Lo más común es que las olas de calor ocurran en julio y en agosto: desde 1975 «menos de la quinta parte de las olasque ha sufrido la Península y el archipiélago [balear] fueron en este mes», nueve de un total de 57, precisa un portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Rubén del Campo.

Las olas de calor en junio: cada vez más frecuentes, pero no excepcionales

La actual será la décima ola de las que se han producido en junio desde 1975 en el territorio español (excepto Canarias). Pero de ellas, cinco se concentran en la última década. “Junio se está calentando», alerta Del Campo, quien subraya que a consecuencia del cambio climático el calor cada vez llega antes, dura más y es más intenso. Con todo, el actual episodio no será el más madrugador de las últimas décadas. Hace solo dos años, una ola convirtió la península Ibérica en un horno ocho días antes de que comenzase el verano astronómico. Además, fue la más larga registrada desde 1975 (duró 26 días) y registró la temperatura más alta de la historia en España: 46,9 grados, en Córdoba. ¿Será peor el episodio que empieza este miércoles? “Habrá que esperar a que se produzca”, responde con prudencia Del Campo, quien no descarta que batan «varios récords» de temperatura en ciudades como Zaragoza, Logroño y Lleida.

Las olas de calor en junio: cada vez más frecuentes, pero no excepcionales

De 1975 a 2018 se registraron 57 olas de calor en España (el recuento no incluye Canarias, que se rige por criterios de medición distintos de los del resto del territorio). En este tiempo, solo un año, 2017, registró cinco episodios; por detrás quedan los de 2016 y 1991, con cuatro olas de calor cada uno. En contraste, en 10 estíos no se produjo ninguna, como en 2014, el año más reciente sin ningún episodio extremo.

Las olas de calor en junio: cada vez más frecuentes, pero no excepcionales

Para medir la dureza de una ola se tienen en cuenta variables como la duración, la extensión del territorio afectado y la intensidad de las temperaturas alcanzadas. El episodio más duradero se experimentó en estas fechas de 2015. Se inició un 27 de junio y se extendió durante 26 días en las que se alcanzó una temperatura máxima media de 37,6º C en las 29 provincias afectadas. A pesar de eso, aquella ola no fue a la que más territorio afectó. En agosto de 2012, otra, de cuatro días de duración y 39,5º C de máxima media, llegó a afectar a 40 provincias.

La segunda ola de calor más larga ocurrió en 2003: duró 16 días, desde el 30 de julio al 14 de agosto, y se alcanzó una temperatura máxima media de 37,2º C, 3,7 grados por encima de la habitual en esa época y en las 38 provincias donde afecto. Pero esas duraciones son excepcionales: el resto de olas de calor han durado de media cuatro días y medio.

En Canarias, desde 1975, se han sufrido 37 de estos episodios. El de mayores temperaturas se sufrió en junio de 2012 y duró tres días. Se alcanzaron 39º C de media, siete grados por encima de lo normal en la zona afectada en esa época. El último verano con olas de calor fue el de 2015, cuando se registraron dos, de cuatro días de duración cada uno.

¿Cuándo se considera que hay ola de calor?

La Organización Meteorológica Mundial define ola de calor como un «tiempo cálido inusual» que persiste «al menos dos días» con «registros por encima de los umbrales», por lo que su concreción depende de cada país. En España, la Aemet determina que se tienen que registrar «temperaturas extremas entre el 5% de las más cálidas, afectar al 10% de las estaciones [meteorológicas] y durar al menos tres días», recuerda Rubén del Campo, uno de los portavoces de la Aemet.

La ola de calor que comienza este miércoles cumple las tres condiciones: durará al menos seis días, afectará como mínimo a un tercio del país y se superarán los 42 grados.

Los umbrales varían según las zonas de España; las temperaturas deben ser excepcionalmente altas en comparación a la media habitual en un punto de medición. Por ejemplo, en Sevilla una temperatura de 38º C es normal dentro del periodo estival y por tanto no implica que la ciudad esté sufriendo uno de estos episodios. En cambio, si en Molina de Aragón (Guadalajara) se registran 38º C, algo excepcional en la localidad incluso en verano, es probable que la zona sí esté sufriendo uno de estos episodios.