Virgilio
Hace tiempo que Clint Eastwood realiza excelentes películas, algunas son obras maestras indiscutibles. Vi Mula en un cine de Iowa City, en el Medio Oeste estadounidense. El cine estaba vacío. Estábamos solo dos personas: la poeta Ana Merino y yo. Podíamos comentar la película en voz alta. Los cines de Iowa son magníficos: la butaca se balancea, es de cuero, es enorme. Cuesta la entrada seis dólares, al ser jueves. Afuera había cuatro grados bajo cero. Vi a Clint en la pantalla y lo primero que dije fue “está guapísimo”. Y Merino dijo “es un viejito encantador”.
Mula cuenta una historia que hunde sus raíces en la desmoralización y empobrecimiento de la clase media americana. Eastwood siempre narra la historia de su país, eso es lo que más me gusta. Un hombre blanco octogenario, envejecido, empobrecido, con una familia disfuncional (cuya disfuncionalidad es obra suya) decide dar un paso hacia el abismo y se convierte en un narcotraficante bondadoso. Es un viejo seductor y cordial que de repente tiene que lidiar con gente sin conciencia, salida del infierno. Y esos seres malignos son mexicanos. Son los latinos.
Para que lo veamos con claridad hasta el propio Clint dice un par de palabras en español en la película. Los latinos tienen la piel ennegrecida y Eastwood blanca como la nieve. Yo estudié seis años de latín: tres en el bachillerato, tres en la universidad. Me quedé pensando en la palabra “latino” conforme íbamos viendo Mula. Pensé en Virgilio. En Horacio. En Cicerón. El derecho romano, que fundamentó la civilización occidental, se escribió en latín. ¿Los latinos abyectos y asesinos que salen en la última película de Eastwood tienen algo que ver con Virgilio? Es una buena pregunta, porque la lengua en la que escribió Virgilio se llama latín y ellos se llaman latinos. Tienen en su identidad la misma palabra.
El mulero blanco y octogenario se gasta el dinero que obtiene de los narcos latinos en la educación y en la boda de su anglosajona nieta. Eastwood cumplirá 89 años en mayo. En esta película, como en todas las suyas, el protagonista acaba siendo el propio Eastwood. Me parece que Mula, pese a estar inspirada en el rechazo al latino de la sociedad estadounidense actual, no le gustará ni a Donald Trump, porque cuenta la historia de un perdedor. A quien le hubiera gustado mucho el final es al mismísimo Virgilio. Porque el final de Mula es pura poesía bucólica, domina un regreso al mundo de las flores, de la vida sencilla, de la reconciliación humilde con la naturaleza.
Todo lo que inventaron Virgilio y Horacio, que eran latinos, inspira el final y la lección moral de Mula. Espero que alguien se lo cuente algún día a Eastwood, y que sea pronto. Nadie es eterno. Al salir del cine, estaba nevando en Iowa. Blanca era la nieve.