El futbolista al que un inglés y una cámara hicieron reportero
A los 22 años ya había cumplido el sueño de infancia, “el de cualquier niño”. Había sido, de hecho, el único riojano canterano del CD Logroñés en lucir el brazalete de capitán en Las Gaunas y en la división de oro. Y entonces —ya en el CD Numancia, adonde arribó tras un periplo por varios equipos de Segunda B— llegó un inglés, le entregó una videocámara para que grabara dentro del vestuario y desvió su camino para convertirlo en reportero, a la caza de historias insólitas.
Raúl Ruiz (Logroño, 1966) se refiere así a Michael Robinson, “el inglés”, e incluso imita su acento, pero las primeras palabras de la entrevista las dedica a agradecerle aquella lejana oportunidad. “Él vio algo en mí que yo desconocía”, cuenta. “Robinson, que había sido un futbolista de esmoquin, según se define él mismo, campeón de Europa con el Liverpool en 1984, que no había pisado un campo de tierra ni de cadete, adivinó que yo, que había vivido la cara B del fútbol, el entrenar con mi propia ropa en barrizales o que a veces mi salario no pagara casi ni el alquiler, tenía talento para contar historias importantes a través de la pelota”.
Ruiz debutó con 18 años en el Logroñés. Compartía caseta con Mendilibar (hoy entrenador de la SD Eibar) y Lotina, y consiguió con ellos el ascenso. Jugó un año en la máxima categoría antes de iniciar un peregrinaje por Palencia, Gandia, Benidorm, Girona y Lugo. Su antiguo compañero, Lotina, tomó las riendas del banquillo del CD Numancia en Segunda B, lo reclutó, y ocurrió así el pequeño milagro que acabaría por cambiar su vida en 1996. “Empezamos en la Copa a eliminar a doble partido a varios equipazos que estaban muy arriba: a la Real Sociedad de Karpin y De Pedro, al Racing de Quique Setién, al Sporting de Gijón de Julio Salinas, que por lo visto gritó frustrado al final del encuentro que eran malísimos, por caer ante nosotros”. En cuartos de final les tocó el FC Barcelona. En Soria, empataron a dos, y comenzaron los reportajes sobre aquellos matagigantes. “Los primeros en llegar fueron los de Canal+, y yo era espectador de El Día después. Nuestro vestuario era un desastre, sin alicatar, y yo cogí el micro y no sé qué dije comentándolo, pero al inglés le moló. Para el partido de vuelta me dio una videocámara y fui filmándolo todo. ¡Quién me iba a decir que eso era el principio de algo que dura ya más de 20 años, que yo acabaría presentando ese programa del que era mero aficionado!”.
Cayeron con el Barça, la temporada terminó y la mejor oferta que recibió Ruiz no fue de ningún club. «Raúl, el inglés te quiere fichar», le advirtieron. «¿Y qué iba a responder yo?”.
El reportero Raúl Ruiz
Michael Robinson le dio un consejo: El día después se emite el lunes, cuando todo el mundo lo sabe ya todo de la jornada. Hay que lograr entretener, además de informar. Y así, dando palos de ciego, aprendiendo a base de errores, comenzó su carrera. “Al principio éramos mi cámara y yo, no tenía idea de nada, pero sabía que no podía volverme con las manos vacías, un instinto que todavía conservo. Con el tiempo me di cuenta de que se me daba bien utilizar el balón como excusa para contar historias humanas porque sé ponerme en lugar del que sufre. La gente se abre conmigo, me ven cercano y confían en mí, y yo cargo con esa responsabilidad y nunca traiciono la confianza de nadie que me abra su corazón, su casa o su club”, explica Ruiz, que cuenta que a la postre fue Robinson quien aprendió de él que con las historias apropiadas informaban, sí, y entretenían, por supuesto, pero que también servían de ayuda a muchos. «Haciendo balance reconozco hasta qué punto fuimos pioneros en Canal+ [y luego Movistar+]. Fuimos, por ejemplo, los primeros en apuntar la cámara a la grada, en no centrarlo todo en los protagonistas estrictos del juego sino en todo aquello que rodeaba el fútbol».
En estos más de 20 años Raúl Ruiz ha recogido cientos de singulares historias de fútbol por los campos más recónditos. Sus vídeos son prueba fehaciente de la apuesta de Movistar+ por contar todo lo que pasa más allá del minuto 90 y el pitido del árbitro, por abordar la enorme dimensión cultural y social del fútbol. Él mismo ha seleccionado los reportajes de los que guarda mejores recuerdos y explica por qué.
La banda de música de Chipiona (1997)
Ruiz había propuesto que el programa facilitara un número de teléfono para que la gente contactara con él, para que le llegaran las historias, a lo que Robinson le respondió: «Pero Raúl, ese justo es tu trabajo, encontrar las que tú entiendas que merecen la pena». Ruiz viajó hasta Chipiona (Cádiz) alertado de que un equipo de allí tenía dificultades en los entrenamientos porque, a la vez que ellos, sobre el césped, había una banda de música ensayando. Él quería grabarlo, registrar la molestia en imágenes, pero cuando llegó los músicos se negaron a aparecer y dejaron de tocar durante las prácticas del club. «¿Te imaginas cómo me sentí? Se me cayó el alma a los pies. ¡Era una de mis primeras veces y no tenía nada! Pero entonces se me ocurrió que fuéramos hasta el pueblo de al lado, a Sanlúcar de Barrameda, y convenciéramos a una banda de allí para que se viniera. Advertiríamos de que era una recreación, pero tendríamos el efecto en ese en vídeo. Fue una locura, los fuimos metiendo en dos coches, de a poco, con trombones, con todo».
Heli, el portero. La sorpresa está al final (1998)
Robinson había prevenido a Ruiz, como buen maestro, contra la lágrima fácil, contra cualquier voluntad de manipular al que ve los reportajes. Y Ruiz, que había encontrado una historia que quería contar, supo cómo aplicarlo a rajatabla. Acompañó a un portero a sus entrenamientos, a montar en bicicleta, mientras le preguntaba por «su lesión»; todos lo vieron saltar, chutar, parar sin saber de qué dolencia se trataba. En el plató, Robinson tampoco estaba al tanto de la secuencia final del vídeo y, cuando contempló al portero quitarse una pierna ortopédica, su sorpresa fue tan genuina como la certeza que sintió de haber acertado eligiendo pupilo.
ElClásico en un submarino (1999)
¿Se puede ver la televisión en un submarino?. Raúl Ruiz lo hizo posible. «La mitad de la tripulación era del Real Madrid, la otra del Barça, y tan pronto acababa el partido tenían que comenzar las maniobras, y me contaban: ‘¿Tú sabes qué frustración?, si tu equipo pierde y te gastan bromas no tienes dónde meterte’, vas a pasar tres meses en un espacio estanco sumergido en el mar con esa gente», relata Ruiz. Ha visto ElClásico en lugares insospechados, por ejemplo, en el portaaviones Príncipe de Asturias, buque insignia de la Armada española hoy ya desmantelado, pero recuerda con especial cariño aquel por lo que experimentó en el submarino, la camaradería, pero también la diferente actitud de oficiales, suboficiales y soldados rasos en su mesura celebrando un gol o lamentando una ocasión perdida. «Fue especial», sentencia.
El Deportivo Alavés de Camerún (2000)
Unos estudiantes de español cameruneses querían formar un equipo y, como no tenían nada, acudieron a una trabajadora vitoriana de la Embajada, que logró que el Deportivo Alavés comenzara a mandarles material. Raúl Ruiz se buscó la vida para viajar hasta allá. Conoció la pasión por el fútbol en medio de la selva. El camino hacia el campo de entrenamiento lo abrieron a golpe de machete. Aunque el equipo era amateur, se sentían responsables de los colores del glorioso, como auténticos embajadores.
La liga de la Doctorita, Bolivia (2006)
Pilar Mateo, valenciana doctora en química, había inventado una pintura capaz de aislar las casas de los artrópodos que transmiten enfermedades, una innovación que estaba salvando vidas en comunidades en desarrollo. Ruiz quería contar esa historia, pero le faltaba un ingrediente, un balón. Hasta que se puso en contacto con Mateo y esta le contó que en Bolivia las madres jugaban al fútbol sala entre ellas, «a veces hasta con la indumentaria tradicional o los chiquillos a cuestas, una locura». Así que voló a Bolivia y retrató cómo comunidades guaraníes, a la vez que iban construyendo casas seguras que podían evitar una enfermedad que costaba 45.000 muertes al año, se unían en torno al fútbol.
Nita Carmona, la primera futbolista (2018)
Un coleccionista dio con una fotografía de una mujer que a principios del XX y disfrazada como un hombre jugaba entre ellos al fútbol, a pesar de tenerlo todo en su contra en la época, y quiere acercar esa historia a las integrantes de la plantilla del Málaga CF femenino. «Esa historia se difundió luego ampliamente, pero cuando nos acercamos a Málaga todavía era bastante desconocida. Es muy importante sacarlas a la luz y contribuir al espectacular crecimiento que vive ahora el fútbol femenino», dice Ruiz.
Los siete magníficos del Grisú, Asturias (2018)
«Eso el ejemplo perfecto de amor al fútbol: es un equipo mixto, pierden, reciben goleadas a diario, si se lesionan no se retiran del campo por el bien del equipo, porque compiten solo siete contra 11 por sistema y, si uno saliera al banquillo los descalificarían», resume emocionado Ruiz. «De estos valores deportivos hay que aprender».
El capitán del Liverpool y el ejemplo de su padre (2018)
José Enrique, un futbolista que había alcanzado la cumbre, capitán del Liverpool, se retiró tras años de pelearse con dolores de rodilla «porque no quería ser un inválido». Justo después, tuvo que lidiar con un tumor detrás de un ojo que amenazaba su visión. Pero salió adelante, en parte gracias al ejemplo de su padre evangelista, que dejó las drogas y dedica su tiempo a ayudar a chicos de entornos desfavorecidos mediante el fútbol. «Es un historión», dice Ruiz. «Los dos, a pesar de todo por lo que han pasado, se sienten privilegiados y responsables de dar ejemplo».
Toni García, ‘Anty’, un genio de la táctica (2018)
«Me enteré de la historia de un chico que había fichado Carles Rexach para la cantera del Barcelona, Toni García, que iba para figura y terminó convertido en entrenador, un sabio de la táctica. En 2014 le detectaron ELA (esclerosis lateral amiotrófica), le daban cinco años de vida y, sin embargo, sigue entrenando en un equipo de prebenjamines de Nou Barris (Barcelona), desde la silla. Él hace la estrategia y se la transmite a su hermano para que sea él quien la comunique. Es impresionante», recuerda Ruiz.
Ruiz sigue pensando en su vida como cuando era futbolista, temporada a temporada, aguardando a cada verano para saber el proyecto que vendrá. Ahora sigue vinculado a Movistar+ y, por su conocimiento, es una de las voces esenciales de LaLiga Smartbank que, dice, ha cambiado mucho y a mejor desde los tiempos en que él vestía de corto. Y está preparando una serie de documentales siguiendo la estela de su Generación Numancia, un programa de una hora que dedicó a saber, ahora ya como periodista, qué había pasado con los rivales de aquella Copa que encumbró al Numancia y le cambió para siempre.
«Era Raulito, cuando debuté. Luego Raúl o, más tarde, Raúl el del Numancia. Y cuando llegué a la tele, Raúl el del Plus. El periodismo me ha dado una forma de vida que nunca esperé»
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