Washington vira de rumbo en Oriente Próximo
El paradigma de la alianza a ultranza de Donald Trump con Benjamín Netanyahu, por el que Washington hacía suya la política de Israel en Oriente Próximo, parece estar cuestionado. El presidente de Estados Unidos empezó a virar de rumbo este lunes en la Cumbre del G7 en Biarritz al anunciar, primero, que no descartaba presentar su plan de paz regional para israelíes y palestinos antes de las elecciones que el Estado judío celebra el 17 de septiembre, en contra de los intereses políticos del primer ministro del Likud. La deriva de ambos líderes puede crecer, además, después de que Trump se haya mostrado dispuesto en Biarritz a renegociar un acuerdo nuclear con Irán —el enemigo que cuestiona la existencia de Israel, como recalca Netanyahu—, después de haber roto el pacto sobre el programa atómico civil suscrito en 2015 por las potencias internacionales.
El presidente iraní, Hasan Rohani, había defendido con fuerzas horas antes la vía del diálogo para sacar a su país de la miseria generada por la reimposición de las sanciones estadounidenses a su programa nuclear. En una intervención televisada, el mandatario moderado se enfrentó a los sectores más conservadores del régimen de Teherán. “Tenemos que utilizar todos los medios disponibles para servir a los intereses nacionales”, argumentó en un discurso citado por France Presse. “Si se trata de acudir a una reunión susceptible de conducir a la prosperidad iraní, no lo dudaré ni un momento”, proclamó para aceptar una eventual cumbre con Trump.
Abdulá Haji-Sdeghi, representante de los Guardianes de la Revolución, las fuerzas que apuntalan el poder del líder supremo de la República Islámica, el ayatolá Ali Jamenei, pronosticó que todos los esfuerzos por negociar con EE UU serían en vano. “La hostilidad hacia la Revolución Islámica no tiene fin; no se puede alcanzar una reconciliación por la vía del diálogo”.
“Debemos trabajar con las dos manos: la de la fuerza y la de la diplomacia”, replicó Rohani a los partidarios de la confrontación. “Tenemos que servirnos de nuestro poder militar, económico y político, pero debemos negociar y encontrar soluciones, aunque las posibilidades de éxito sean solo de un 10%”.
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En Israel mientras tanto, Netanyahu guardó un calculado silencio sobre el posible adelanto de la presentación del llamado “acuerdo del siglo”, el plan de paz para Oriente Próximo con el que Trump aspira a poner fin a uno de los conflictos internacionales más antiguos. La Casa Blanca ya evitó hacer público su proyecto antes de los comicios celebrados el pasado abril en Israel, cuyos resultados no concluyentes impidieron la formación de Gobierno y forzaron la repetición electoral dentro de tres semanas. Jared Kushner, asesor principal y yerno del presidente republicano se limitó a convocar en junio un seminario de perfil bajo en Baréin, al que no asistieron ni israelíes ni palestinos, para desvelar los aspectos económicos del plan, en el que la comunidad internacional deberá aportar 50.000 millones de dólares durante 10 años.
Para Netanyahu, el retraso en el anuncio de las concesiones políticas y territoriales que pueda imponerle Trump es clave para su supervivencia política. Los votos que cosecha entre los más de 600.000 colonos (cerca de un 10% de la población judía israelí) de los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este, bajo ocupación desde 1967, pueden consolidar a su partido, el conservador Likud, como primera fuerza. En la campaña les ha prometido la anexión territorial de todas las colonias al Estado hebreo. El dirigente centrista opositor Yair Lapid, en contrapartida, defiende que los israelíes “puedan conocer antes de votar qué les espera después de las elecciones”.
Netanyahu volvió a agitar la bandera de la amenaza del archienemigo de los israelíes y difundió un vídeo a través de las redes sociales en el que insistía en que “Irán está actuando en un amplio frente para perpetrar ataques terroristas asesinos contra el Estado de Israel”, en relación con la frustrada operación con drones explosivos que combatientes proiraníes preparaban el pasado fin de semana en la frontera siria. El primer ministro eludió hablar de diálogo y negociación y se concentró en apelar a la comunidad internacional a frenar de inmediato las acciones de Irán contra Israel, que, advirtió, “seguirá defendiendo su seguridad con todos los medios necesarios”.