Una semana después del foro de Davos, el viaje a México de Pedro Sánchez ha servido para mostrar la dos caras del presidente. En público, como hizo en el corazón del capitalismo la semana pasada, Sánchez lanza sus discursos más izquierdistas. Pero a la vez, el presidente —que viene del sector moderado del PSOE en temas económicos— se mueve con comodidad entre los ejecutivos de las grandes empresas. Les promete que les defenderá. Y les asegura una y otra vez que pueden estar tranquilos con su Gobierno.
Eso es lo que hizo en Davos y es esa dualidad la que ha protagonizado el viaje a México, que por su importancia estratégica y política —la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder en diciembre en este gigante dominado hasta ahora por la derecha le ha convertido en referente de la izquierda latinoamericana y ha generado enormes expectativas— ha sido uno de los más cuidados por La Moncloa de todos los que ha hecho desde que llegó a La Moncloa.
Sánchez alterna con naturalidad esas dos caras que se han visto en México. Por un lado aplaude con entusiasmo a López Obrador, y ambos se definen como “Gobiernos progresistas y amigos”. “Sánchez pertenece a un movimiento progresista muy cercano a lo que nosotros representamos en México”, dijo el presidente mexicano.
A la vez que busca su cercanía en valores progresistas, en privado Sánchez intercede con él a favor de las empresas españolas, muy inquietas por la llegada de un dirigente que ha empezado a cancelar algunos contratos importantes —en especial el de la construcción del nuevo aeropuerto— y no da síntomas de contar con las compañías españolas para sus proyectos estrella.
El gran problema de Sánchez es la imagen que se ha creado de que las empresas españolas han participado en la corrupción generalizada que denuncia a diario el presidente mexicano. Varios escándalos que afectan a grandes multinacionales españolas, como OHL, han trasladado esta imagen que el presidente amplifica.
“Queremos que haya un comportamiento ético de las empresas. Que no actúen violando leyes o participando en actos de corrupción o de soborno. Lo hemos platicado con el presidente”, sentenció López Obrador en la rueda de prensa conjunta. “El presidente mexicano defendió la necesidad de dar garantías a las empresas españolas, pero es verdad que él saca siempre la corrupción como un elemento fundamental. Por eso está bien que se diga que la empresa española no tiene nada que ver con la corrupción”, sentenció Sánchez en su segundo día de visita, en un desayuno con los principales ejecutivos de las multinacionales españolas con fuerte presencia en México.
El asunto es delicado, y uno de los objetivos del viaje era precisamente establecer un vínculo de confianza entre López Obrador y Sánchez para destrabar este problema. “No es verdad que las empresas españolas han creado la corrupción en México. Por mucho que se repita como un mantra en este país tengo que decir que no es verdad. Los empresarios españoles no somos así”, se indignó en ese desayuno Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, que acudió también al viaje.
Sánchez intenta contentar a todos, tranquilizar a las empresas y a la vez aplaudir a López Obrador, con quien hubo una buena sintonía rota solo por sus evidentes discrepancias sobre Venezuela. Para el presidente era prioritario este viaje, y se ha dado tanta prisa que logró ser el primero en visitar a López Obrador. Todo un gesto de que Sánchez busca reforzar su perfil progresista con un líder claramente de izquierda, pero siempre sin descuidar su buena relación con el mundo empresarial.
Homenaje a 80 años del exilio republicano
Era un viaje centrado claramente en asuntos económicos. España y México son dos potencias cada vez con más relaciones entre ellas —la segunda gran inversora en el país norteamericano, que a su vez es el quinto inversor en el país europeo— y había mucho que resolver en este punto con una administración nueva que ha llegado con fuertes críticas a la corrupción de las multinacionales españolas.
Pero el Gobierno preparó además un acto especial en el Colegio de México, uno de los lugares simbólicos del exilio español.Este año se cumplen 80 del final de la Guerra Civil y el inicio de esta diáspora republicana que tuvo en México uno de sus epicentros. Por eso Sánchez remató el viaje reivindicando ese exilio que es también un gran referente en la memoria de la izquierda española. En un discurso muy trabajado con citas de exiliados como Buñuel o Cernuda, Sánchez aprovechó para honrar al exilio, pero también a la emigración y la solidaridad de un país como México que acogió a todos los republicanos que llegaron y nunca reconoció al régimen de Franco.
“España expulsó de su país a casi medio millón de personas. No se me ocurre una condena más terrible para un ser humano: abandonar a la fuerza a tu gente, a tus amigos, a tu familia. Por eso, la deuda de España con México no puede ser pagada: porque en ese trance terrible, recibió con los brazos abiertos a decenas de miles de españoles que huían de su país. ‘¿Necesitas una patria?’, les preguntó. ‘Yo te la ofrezco”, clamó Sánchez. Y ahí citó a Buñuel: “México es un verdadero país. Su extrema amabilidad, sentido de la amistad y la hospitalidad han hecho de México, desde la guerra de España hasta el golpe de estado de Pinochet en Chile, una tierra de asilo seguro”.