Terapia de grupo sobre Hernán Cortés en su tierra
Hernán Cortés no lo sabía, pero en el momento justo en el que la punta de su bota tocó el suelo de México en 1519 provocó un trauma en los dos lados del Atlántico que aún no se ha superado. De hecho, el Congreso internacional Hernán Cortés en el siglo XXI, que se clausura este sábado en Medellín (Badajoz), a lo que más se asemeja es a una especie de terapia de grupo de historiadores españoles y mexicanos sobre un personaje que todos califican de «políedrico»: de la espada a la pluma, de la batalla sangrienta a levantar ciudades, de evitar saqueos a matar emperadores aztecas.
Cada ponente -los más destacados del mundo con currículos que ocupan páginas y páginas- parece describir a una persona diferente cuando diserta sobre este pacense de Medellín. El francés Christian Duverger, doctor de la Sorbona y catedrático de Antropología Social y Cultural de Mesoamérica, considera que el hidalgo es “una figura desdichada de la historia hispana”, porque “pertenece a dos mundos”, “un conquistador que amó a los vencidos”. Sin embargo, para el coronel de Infantería Miguel de Rojas, historiador y exmando de la OTAN, fue “un genio militar y diplomático sin paragón». Lo compara con Alejandro Magno, con Napoleón, con Carlomagno….Para Rodrígo Martínez Baracs, miembro de la Academia de la Historia Mexicana, Cortés llevó a Mesoamérica la revolución tecnológica, la religiosa, la lingüística, la alimentaria “y todas las que se puedan imaginar”, al tiempo que no esconde que la población indígena se redujo en las primeras décadas de la Conquista de 25 millones a un millón de personas por las epidemias traídas por los españoles.
“Pero las bajas indígenas en las batallas fueron mínimas. De hecho, Cortés apenas hizo la guerra”, apunta Duverger, para el que Cortés es un “personaje poliédrico”. Alicia Mayer, directora del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de México, remacha: “Cortés es la conciencia mexicana del siglo XXI”.
El congreso es curioso. Nadie se echa en cara nada, aunque sus versiones no coincidan. Al contrario, cada intervención es aplaudida por un auditorio repleto, como si los espectadores apoyasen a los dos equipos (europeos y americanos) indistintamente. Hasta el economista y miembro de la Real Academia de las Ciencias Morales, Ramón Tamames, un enamorado de la figura del explorador, sacó a colación a los exiliados españoles tras la Guerra Civil -algo que parecía tangencial dado el motivo del congreso– y los asistentes también aplaudieron con fuerza. El auditorio estaba entregado y celebraba cada gol.
Para entender esta polémica historia –carta aparte del presidente del México, Andrés Manuel López Obrador, pidiendo al rey Felipe que se disculpe por la conquista– es necesario retroceder a dos periodos de la humanidad totalmente distintos: unos 30.000 o 40.000 años antes de nuestra era, con poblaciones asiáticas entrando en el continente americano por el estrecho de Bering, y otra, hace ahora 500 años, con 500 españoles –que acaban de abandonar la Edad Media para adentrarse en el Renacimiento- poniendo sus pies en un mundo ignoto. Los primeros se extendieron por “un paraíso”, como señala Martínez Baracs, y era tal la abundancia de animales y plantas que no necesitaron desarrollar ni la agricultura ni la ganadería. Su tecnología, por tanto, estaba menos avanzada, sobre todo la militar. Solo necesitaban estirar los brazos para coger lo necesario para vivir. Los españoles, en cambio, habían convivido con las cabañas ganaderas y desarrollaron los anticuerpos necesarios para enfrentarse a enfermedades como la varicela o el sarampión. Al entrar en contacto europeos y americanos –guerras aparte- la mortandad fue descomunal entre estos últimos. De hecho, los indígenas desaparecieron del Caribe y prácticamente del Perú.
Cristina Esteras, miembro de honor de la Hispanic Society of America y de numerosas universidades y academias americanas, destaca que “hubo algo más importante que la destrucción”. “La superposiciones arquitectónicas en los edificios mexicas no son diferentes a las que sufrió Hispania en época romana”, indica, mientras en la pantalla del auditorio muestra mitras y libros confeccionados con plumas de colibrí, al estilo mexica, o iglesias levantadas sobre pirámides aztecas. “Se transportaron a América los elementos de la estética española”, sostiene. Para Duverger, fue un “extremeño que se volvió indígena y el éxito de su conquista tuvo que ver con la comprensión que tuvo de la sociedad prehispánica”
Mientras, el coronel De Rojas habla bajito, pero sus palabras atruenan cuando describe al conquistador. Se le nota el orgullo castrense cuando relata las hazañas militares del exploraor. Con motivo. ¿Se puede derrotar a un imperio de medio millón de personas –con más de 100.000 guerreros- con solo 500 hombres, 16 caballos y el mismo número de perros de combate? Y para hacerlo más difícil, Cortés tenía varios frentes abiertos en México, por lo que se vio obligado a dividir sus fuerzas varias veces que, por cierto, no eran profesionales. Castilla jamás envió un ejército. El mismo Cortés carecía prácticamente de experiencia militar y quienes le acompañaban tres cuartos de lo mismo.
¿Y cómo se gana una guerra con mil veces menos soldados? “Siendo un genio militar, diplomático y político”, afirma el coronel. Un ejemplo: batalla de Otumba el 7 de julio de 1520. Del lado de Cortés, 500 infantes, 16 jinetes, 7 arcabuceros y 4.000 guerreros aliados de pueblos sometidos por los mexicas. Del lado de Cuauhtemoc, no menos de 60.000 guerreros armados con lanzas cortas y largas, espadas de obsidiana, escudos, flechas, hachas y arcos. Medio millón de personas apoyándolos. ¿Y qué hizo Cortés? Pues un círculo, como el general Custer en Little Big Horn, pero en vez de esperar a morirse con las botas puestas, lanzó un ataque directo al rey mexica cuando este no lo esperaba. Este huyó, provocó el desconcierto en sus tropas y Cortés ya tuvo el camino expedito a Tenochtitlan.
La mexicana Alicia Mayer sostiene que Cortés “no fue ni un héroe ni villano, sino un hombre extraordinario, fascinante”. La historiadora recuerda que el 13 de agosto de 1521, el de la toma de Tenochtitlan, “ha sido borrado del calendario” oficial y eso que “vencedores y vencidos quedaron integrados en la misma realidad”. A pesar de ello, admite que cinco siglos después “hay dolor y resentimiento y heridas psicológicas” sin restañar, a veces, “con clara intención política”. “Se va del encuentro al genocidio por las hondas implicaciones emocionales que conlleva la Conquista. Cortés determinó lo que somos [los mexicanos]. Renegar de él es un suicidio, porque es uno de nuestros elementos No se puede soslayar lo que somos: una raza hispanoamericana con elementos africanos y asiáticos. Somos mexicanos”. Y todos, españoles y mexicanos, mientras tanto en el diván de Freud desde hace cinco siglos.
La leyenda negra que extendieron los criollos
“No fue un genocidio”, señala Martínez Baracs, “o por lo menos no fue intencionado”. Fueron las epidemias. Duverger, por su parte, señala que los más curioso es que la leyenda negra no fue generada por los indígenas que sobrevivieron , “sino por los propios españoles que comandaron México tras la independencia de España en 1821”. Por eso, admite Martínez Baracs, “los españoles eran malos y lo mexicas buenos, eso es lo que nos enseñaron en el colegio. “Es la versión que prevalece tras la Revolución”. Alicia Mayer recuerda que los «estereotipos los tòpicos son siempre falsos» en un personaje que considera tan español como mexicano. Y pone un ejemplo: «Aquí en Medellín hay estatutas, calles y plazas dedicadas a Cortés. En México solo conozco un busto discreto en un hospital. Es un personaje que está entre la infamia y la gloria».